El Conocimiento – Abdul Qadir Jilani

El conocimiento externo de las cosas evidentes se encuentra dividido en doce secciones, y el conocimiento interior lo está igualmente en otras doce. Estos elementos se encuentran repartidos entre las gentes comunes y los servidores particulares, puros, de Allâh, de manera proporcionada a su potencial.

En lo que nos concierne, estas ciencias se encuentran organizadas en cuatro otras secciones. La primera se interesa a los preceptos de la religión, se refiere a las obligaciones y prohibiciones relativas a los asuntos y acciones de este mundo. La segunda concierne al sentido interno y a la razón de estos preceptos, y es llamada ciencia del conocimiento conceptual de las cosas que no son evidentes, las ciencias místicas. La tercera sección se reporta a la esencia espiritual en ella misma, a la que se llama sabiduría. La cuarta sección considera la esencia interior de esta esencia, que es la verdad. El hombre perfecto debe aprender todas estas cosas y encontrar el camino que conduce a ellas.

Nuestro maestro, el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – ha dicho:

La religión es un árbol: el misticismo es sus ramas, la sabiduría sus hojas, la verdad sus frutos. El Santo Corán, con sus comentarios, sus explicaciones, sus interpretaciones y sus analogías, les contiene a todos.

En el libro al Maŷma, los términos “tafsir”, comentario, y “tawil”, “interpretación por analogía”, son definidos de la manera que sigue:

El comentario del Corán es la clarificación y el estudio minucioso destinados a la comprensión de las gentes corrientes,  mientras que la interpretación por analogía es la clarificación de su sentido interno gracias a reflexiones inspiradas experimentadas por el verdadero creyente. Una interpretación tal se encuentra reservada a estos siervos particulares de Allâ,h que están sólidamente establecidos constantemente en sus estados espirituales y firmemente enraizados en el conocimiento, lo que les permite establecer juicios verídicos. Tal como la palmera cuyas raíces se encuentran firmemente ancladas en el suelo, sus pies están sólidamente en el mundo material; y, siempre como la palmera, sus palmas suben hasta el cielo, su corazón, así como su espíritu, son elevados hasta el nivel del conocimiento celeste.

Por la gracia de Allâh esta constancia que no alberga duda alguna está situada en el corazón. El corazón que se encuentra firmemente establecido en este estado se encuentra vinculado a la segunda parte del Testimonio de la Unidad (šahada), “Lâ ‘ilaha ‘illâ Allâh” – no hay otra divinidad que Allâh – siendo ‘illâ Allâh, “sino Allâh” la confirmación final de la unidad.

Él es Quien ha hecho descender sobre ti el Libro, en el que hay signos (aleyas) precisos que son la madre del Libro y otros ambiguos.
Los que tienen una desviación en el corazón siguen lo ambiguo, con ánimo de discordia y con pretensión de interpretarlo, pero su interpretación sólo Allah la conoce.
Y los arraigados en el conocimiento dicen: Creemos, en él, todo procede de nuestro Señor.
Pero sólo recapacitan los que saben reconocer lo esencial.  
(3-7)

El autor de un gran comentario del Corán dice a propósito de esta aleya:

Si la puerta de esta aleya se abriera, todas las puertas del secreto interior igualmente se abrirían.

Para el verdadero servidor de Allâh es obligatorio respetar los mandamientos de Allâh y abstenerse de lo que El prohíbe. De esta manera él debe combatir su Ego y las triviales exigencias corporales. La rebelión fundamental del ego contra la religión toma forma de imaginaciones e ilusiones contrarias a la realidad.

A nivel del misticismo, el ego pérfido anima a aceptar y a seguir las causas y las proposiciones que parecen próximas a la verdad, e incluso a adherirse a los mensajes proféticos y a las declaraciones de los santos deformadas por discursos embusteros de falsos maestros que sugieren falsas ideas.

Al nivel de la sabiduría, el ego trata de impulsar a proclamar su santidad, e incluso su divinidad – el peor de los pecados consiste en posicionarse como asociado de Allâh. Allâh dice:

¿No ves a aquél a aquél que ha hecho de su pasión su divinidad? (25-43)

Pero el nivel de la verdad es diferente. Ni el ego ni el diablo pueden acceder a ella – e inclusive los ángeles no ponen sus pies en ella. Quienquiera que a ella se aproxime, aparte de Allâh, sería reducido a cenizas, así como el ángel Gabriel – sobre él la paz – dijo a nuestro profeta – sobre él la plegaria y la paz – en la frontera de este nivel cuando le declaró:

Si avanzara un solo paso sería reducido a cenizas

El verdadero servidor de Allâh es liberado del conflicto con el ego y el diablo, pues se encuentra protegido por un escudo de sinceridad y de pureza:

Por tu poder! Les seduciré a todos, salvo a Tus siervos sinceros de entre ellos (38 – 82 y 83)

El hombre no puede alcanzar la verdad sino es puro, pues sus atributos terrenales no lo abandonarán en tanto que la esencia no se manifieste en él. Esto es la verdadera sinceridad. Él no se habrá desembarazado de su ignorancia hasta que no reciba el conocimiento de la Esencia de Allâh. Y esto no se obtiene a través de la enseñanza; solo Allâh, sin intermediario, puede enseñarle. Cuando Allâh – Altísimo – se convierte El Mismo en su preceptor, El concede el conocimiento a partir de El Mismo, tal y como lo hizo con el profeta Al Jadir. Entonces el hombre, con la consciencia de que lo que ha recibido alcanza el nivel de la sabiduría divina, y es cuando conoce a su Señor y cuando adora Aquél que conoce.

Quien alcanza este estado tiene la visión del espíritu de santidad y allí viene a ver al Bien Amado de Allâh, Muḥammad – sobre él la plegaria y la paz – . Conversa con él de todas las cosas; desde el principio hasta el final, y todos los demás profetas le hacen llegar las buenas nuevas de la promesa de la unión con el Bien Amado. Allâh describe este estado:

Quien obedezca a Allah y al Mensajero, ésos estarán junto a los que Allah ha favorecido: los profetas, los veraces, los que murieron dando testimonio y los justos. ¡Y qué excelentes compañeros! (4-69)

Aquel que no puede encontrar este conocimiento en sí nunca será sabio, incluso si llegara a leer un millón de libros. El beneficio que se puede esperar de la adquisición del conocimiento externo de las cosas evidentes puede que sea el Paraíso; todo cuanto allí sea que pueda ser visto es la manifestación de los atributos divinos bajo forma de luces. Poco importa en qué medida su conocimiento de lo visible y de lo imaginable sea perfecta, ello no le ayudará a entrar en la santidad del lugar sagrado, el lugar próximo a Allâh, pues es necesario volar para llegar a este lugar, y para volar se necesita estar dotado de dos alas. El verdadero servidor de Allâh es aquel que vuela hacia este reino de gracia con dos alas, la del conocimiento exterior y la del conocimiento interior, sin nunca pararse en el camino, sin estar distraído por cosa alguna que su propio vuelo. Allâh, hablando por intermediación de Su Profeta – sobre él la plegaria y la paz – ha dicho (Hadiz qudsi):

Siervo Mío, si quieres entrar en el santuario de Mi intimidad, no prestes atención ni a este mundo, ni al mundo superior de los ángeles, ni incluso a los reinos aún más elevados donde pueda ser que tu recibas Mis divinos atributos

El mundo material es la tentación, el demonio, para el hombre de conocimiento. El reino angélico es la tentación del sabio, y el reino de los atributos divinos es la tentación de aquél que conoce la verdad. Quienquiera se satisface de uno de entre ellos se encuentra excluido de ese Favor de Allâh que le conduce a la proximidad de Su Esencia. Cualquiera que ceda a las tentaciones se para, no avanza, no sube más alto. Incluso si su finalidad fuera la de estar próximo a su Creador, no podría alcanzarlo. Se convierte en un desviado, y forma parte de aquellos que solamente tienen un ala.

Quien toma consciencia de la verdad recibe de Allâh un favor y presentes tales que ningún ojo de este mundo haya visto jamás nada que se le asemeje, ningún oído de este mundo haya escuchado nunca nada semejante y ningún corazón de este mundo haya podido concebir. Es el Paraíso de la intimidad. No se encuentra allí ni palacios construidos con piedras preciosas, ni vírgenes eternamente bellas como compañeras. Pueda el hombre conocer su propio valor y no reclamar lo que no debe. El Imam ˤAlî – que Allâh ennoblezca su rostro – ha dicho:

Pueda Allâh derramar Su beneficio sobre aquel que conoce su propio valor, que sabe quedarse en sus propios límites, que tiene cuidado de su lengua y que no pasa esta vida en la ociosidad.

El hombre que conoce debe ser consciente que el niño del espíritu que ha nacido en su corazón es el significado de la Humanidad verdadera, es decir, el verdadero Ser humano. El deberá educar, a este hijo predilecto, enseñar la unidad siendo consciente constantemente de la unidad; dejar de lado este mundo material y de multiplicidad, buscar el mundo espiritual, el mundo de los misterios, donde no hay otra cosa que la Esencia de Allâh. En la realidad no hay otro lugar que este, que no tiene ni final ni principio.

El hijo predilecto se eleva por encima de este dominio infinito y allí ve cosas que nadie antes ha visto, de las que nadie puede hablar, pues imposible es intentar describirlas. Este lugar es el país natal de aquellos quienes han dejado atrás a ellos mismos y que han encontrado la unidad con su Señor, que han visto lo que han visto con el ojo mismo de su Señor, el ojo de la unidad. Cuando ellos observan la belleza y la gracia de su Señor no permanece nada de su ser temporal. Si se mira al sol no se puede observar cualquier otra cosa, y ni tan siquiera puede uno verse a sí mismo. Cuando la belleza y la gracia de Allâh se manifiestan, ¿podría permanecer cualquier otra cosa? Nada.

Isâ – sobre él la paz – ha dicho:

El hombre debe nacer dos veces para alcanzar el reino de los ángeles, de la misma manera que los pájaros que nacen dos veces.

Es el significado que nace del acto, el espíritu que nace de la carne. Esta posibilidad existe en el hombre. Es un misterio, el secreto del hombre. Proviene de la relación entre el conocimiento que el hombre posee de la religión y la consciencia que él tiene de la verdad, de la misma manera que todos los niños nacen de la unión de dos gotas de agua.

Es verdad que creamos al hombre a partir de una gota de esperma eyaculada, como una prueba para él, y lo hicimos con capacidad de ver y oír. (76-2)

Cuando el significado se hace manifiesto en el ser se vuelve fácil pasar a través de las aguas poco profundas para dirigirse hacia el mar de la creación y sumergirse en las profundidades de los mandatos de Allâh. El conjunto de universos materiales no representa sino una gota comparado al mar del mundo espiritual. Es solamente cuanto todo esto ha sido comprendido que la fuerza espiritual y la luz de los misterios de naturaleza divina, la verdad real, difunde en el mundo sus palabras, sin ruido alguno.