El Amor divino y humano – El Conocimiento

A-s-salamu ‘alaykum – La paz sobre vosotros

Con respecto a Allâh ¿qué es primero el Amor o la obediciencia? Toda la Comunidad musulmana está de acuerdo que se le debe amor y obediencia a Allâh – exaltado sea – pero también la Profeta – sobre él la plegaria y la paz -.

Nuestra opinión, y Allâh sabe más es que el Amor es primero. Debemos añadir además que hay dos clases de Amor divino hacia es el servidor: uno que anima a este a rendirle obediencia; otra mucho más elevada que es Amor detenta a Sus íntimos, cuya alma es aceptable o aceptada.

Sea como sea, Allâh da el primer paso impregnando en el corazón de Su servidor la obediencia a Sus mandatos, obediencia esta que sería imposible de ejercer sin una consciencia previa que nos acerque a la valoración y a la estima hacia Allâh, lo cual, de alguna manera, podemos llamarla amor. Lo mismo, pero en menor medida ocurre con la relación entre los musulmanes y el Profeta.

¡Vosotros que creéis! Quien de vosotros reniegue de su Práctica de Adoración… Allâh traerá a otros a los que amará y por los que será amado (5-54)

Como podemos constatar, Allâh es el primero que ama, y en función de esto es amado por los creyentes.

Abu Razin preguntó al Profeta – sobre él la plegaria y la paz –  qué es la fe, y éste respondió:

No hay fe ninguna sino se ama a Allâh y a Su profeta por encima de todo lo demás.

Por un lado tenemos que es necesaria una pequeña dosis de amor para obedecer a Allâh; por otro lado, se nos dice que es Allâh quien ama primero, lo cual significa que todo cuanto hacemos de bien procede de Él.

A veces el amor permanece escondido, de tal manera que no somos conscientes de El. Pensamos que rezamos y obedecemos por temor a ser castigados, lo cual no deja de ser un sentimiento auto protector. Aun así, lo queramos o no, nuestro corazón alberga en amor suficiente para emocionarnos con la idea sublime de un Dios Todo Misericordioso. Si no experimentamos esto entonces nuestro corazón debe ser de piedra.

Pero ese gran Amor que incita a una persona, después de haber obedecido a Allâh, a ir a la busca de Su conocimiento y proximidad, es como aquel fuego que el profeta Mûsâ – sobre él la paz –  encontró en la ladera de la montaña, a través del cual Dios le habló. Es pues un fuego que consume las entrañas y que se aviva con el Amor de la búsqueda y el refugio divinos. Es una luz ardiente que nos dirige desde las tinieblas de nuestro ser hasta las luces de la visión de los Favores divinos, los cuales, paradójicamente, se encuentran asimismo dentro de nosotros. Tinieblas y luz dentro de una misma persona, que deberá elegir entre las unas y las otras. Pues la Palabra divina salir de las tinieblas a la luz no implica desplazamiento alguno de lugar o de persona; antes bien es un proceso que se da dentro de nosotros mismos, si es que se da. Y si es así demos gracias a Allâh por Sus divinos favores.

Incluso ese amor ardiente es el reflejo del Amor divino en el servidor; pues si Allâ no hubiera amado antes, el servidor creyente no hubiera sido capaz de amarle a su vez. Este Amor es tan grande que se convierte en aceptación. Y en ella asimismo el proceder Divino es anterior al humano.

Radiya-l-Lâhu ˤanhum wa radû ˤanhum wa radû ˤanh dâlika lîman jašîya rabbah – Allâh estará satisfecho de ellos, y ellos de Él. Y esto es para quien tema a su Señor. (Final surat al Bayyinah)

Estas palabras divinas nos ponen como condición el temor de Allâh. Temor que, por otra parte, procede de la admiración reverencial que el servidor creyente conserva hacia Él. Este sentimiento reverencial, podemos decir que deriva del Amor, pues es éste el que nos hace poder imaginar y reconocer a Allâh como Infinitamente Completo, como Impresionante en todos los sentidos.

Han existido algunas discusiones sobre que es más grande junto a Allâh, si el Amor o el Conocimiento. Un día hablaremos de ello con detenimiento. Según nuestra comprensión es más grande el Conocimiento, pues siendo tan grande el Amor como es, no tiene otra finalidad que darnos a conocer aquello que se ama. Sin conocer no podemos amar, pues este amor no podrá basarse en un principio sólido.