Diccionario sufí de Ben ‘Aŷiba: la Inâba
Traducción y notas de El Mehdi Flores
Inâba, la conversión
La conversión (inâba) corresponde a un grado más eminente que el de la tawba o arrepentimiento porque en la inâba el arrepentiniento viene acompañado de una fractura (inkisâr) y de un impulso hacia la progresión espiritual.
La inâba comprende tres grados: la conversión del pecado en arrepentimiento, la conversión de la distracción (gafla) en atención vigilante (yaqaẓa) y la conversión de la conciencia separativa (farq) en conciencia unitiva, refiriendo toda cosa a Dios (jam‘ ‘alâ Allâh).
Notas
Con esta entrada concluye el cheij Ben ‘Aŷiba sus enseñanzas sobre el arrepentimiento y la conversión. El arrepentimiento abre el camino hacia Dios, por eso es que el cheij lo pone al principio de su diccionario. Es la primera de las moradas o estaciones del viaje (awwal al-maqâmât) o la puerta de las puertas (bâb al-abwâb). En el sufismo se suele decir que el arrepentimiento posee tres grados o escalones: el primero, la tawba, es propio del común de los creyentes, el segundo, la inâba corresponde al grado de los creyentes mujliṣun es decir, de los creyentes auténticos y el tercero, la awba corresponde al arrepentimiento de los profetas, los awliya o santos y los guías espirituales (chuyûj). El cheij Ben ‘Aŷiba no menciona aquí expresamente la awba aunque la incluye como el grado más excelente la de inâba, propia de los que han abandonado la dualidad (farq) para sumergirse (istigrâq) en la unidad (jam‘) de Allah.
Estos tres conceptos, tawba, inâba y awba son términos coránicos y se aplican tanto al hombre como a Dios, para inidicar que Dios espera y sale al encuentro del que se arrepiente. El nombre tawba proviene de la raíz twb y significa “arrepentirse de un pecado” “regresar a Dios” y es utilizado sobre todo en las azoras mediníes para indicar el “arrepentimiento”. De la misma raíz derivan los términos tawwâb y tâ’ib que se traducen por “arrepentido, que se arrepiente”. Tawwâb, sin embargo, es una forma intensiva y se emplea también para indicar a quien espera constantemente que vuelva alguien. En la conocida parábola evangélica del hijo pródigo el tawwâb sería el padre que sale a ver todos los días si regresa su hijo perdido mientras que el tâ’ib sería el hijo que se arrepiente de su vida disipada y retorna a la casa paterna. Allah es calificado en el Corán como tawwâb: innahu kâna tawwâban “ciertamente Allah es tawwâb” y que “ama a los que se arrepienten”. Este amor entrañable de Dios hacia sus criaturas que se arrepienten y regresan a Él queda maravillosamente ilustrado en un hadiz trasmitido por Anas: «Si se acerca a Mí el siervo un palmo, Yo me acerco a él un codo.Y si él se acerca a Mí un codo, Yo me acerco a él dos codos a la vez. Y si viene a Mí andando, Yo voy a él corriendo.»
Dios sale corriendo al encuentro de su criatura que regresa como el padre que sale al encuentro de su hijo pródigo y lo cubre de besos y abrazos y prepara una fiesta en su honor, “porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Esta puesta en camino de retorno a Dios se conoce en el Corán como inâba, palabra sacada de la raíz nwb que significa conversión, regreso a Dios. El participio es munîb, traducido por “el que se convierte, el converso”. Por último, de la raíz ’wb tenemos el verbo ’awb con el significado de retornar, regresar, aplicada también al agua de la lluvia que regresa hacia su ma’âb o lugar de recolecta del agua, iyâb, el hecho de regresar y el adjetivo enfático awwâb “el que es constante y sincero en su arrepentimiento o el que se arrepiente constante y sinceramente”. En el ejemplo del ciclo del agua, el proceso de retorno (iyâb) a su fuente o lugar de origen (ma’âb) tras su viaje a través de los diferentes estados y mundos es una metáfora muy apropiada para indicar el camino de la conversión. Los distintos riachuelos, torrentes o ríos convergen de vuelta en el océano de donde habían surgido.
Una vez que el ‘abd, el siervo toma conciencia de su lejanía de Dios como resultado de su inconsciencia o de su distracción y siente nostalgia, (nidâma) es decir, dolor que surge por el deseo de regresar a casa (nostos = regreso a casa, algia = dolor), vuelve su rostro hacia Dios con sinceridad (tawba naṣûh) y se pone en marcha resueltamente hacia su lugar de origen (ma’âb). En ese camino de retorno el musulmán sigue la guía (hudà) que Allah ha hecho descender sobre su siervo Muhammad y que lo llevará por la ruta más directa (ṣirâṭ al-mustaqim), sin desviarse, de modo que no haga parte de los extraviados (ḍâllûn). Eso es lo que el musulmán pide cada día en la azalá o la plegaria ritual : ihdina ṣirâṭâ-l-mustaqîm (guíanos por el camino recto).
Por otro lado, la mención coránica de Dios como tawwâb, que siente también nostalgia por su siervo, es lo que ha llevado al cheij Ibn Arabi a desarrollar toda una teología de la nostalgia basada en un Dios maternal que da a luz a sus criaturas desde sus entrañas (riḥm, de donde raḥma amor entrañable, visceral) y que hace que al crearlas, las extrañe, en todo el significado de este verbo en español: la criatura se queda extrañada, forastera en un mundo extráneo / extraño y el Creador la extraña, la echa de menos.
Según Ibn Arabi, el Creador (jâliq) y la criatura (majlûq) se extrañan uno al otro y es ese amor mutuo el que genera todo movimiento y por ende el espacio y el tiempo. El amor es la energía que mueve todo el universo. En este movimiento de atracción amorosa el Señor crea a su criatura y la reabsorbe inmediatamente debido a su amor inmenso por ella y la vuelve a crear- extrañar de nuevo a cada instante (jalq ŷadîd) y así incesantemente.
Se entiende con todo esto la importancia fundamental que tiene la tawba dentro del islam, a la que el Corán le dedica una azora con ese nombre y qué profundo y vasto es el mar de sus significados.