Diccionario sufí: Al-Tawakkul
Por el Cheij Aḥmad ben ‘Aŷîba. Traducción y notas: El Mehdi Flores
Al-Tawakkul o abandono en Dios es cuando el corazón tiene tanta confianza en Dios que solo se encomienda a Él; o es abandonarse a Dios y depositar toda su confianza en Él en todo momento, sabedor de que Él conoce toda cosa y confiar más en lo que está en Sus manos que en las nuestras.
El grado inferior del tawakkul es el estar en relación con Dios como el poderdante con su apoderado que vela y se preocupa por todos sus intereses. El grado medio es como el del infante respecto a su madre a la que recurre en toda circunstancia y el grado superior es como el del cadáver entre las manos del que lava a los muertos. Estos tres grados son, respectivamente, el del común de los creyentes, el de los escogidos y el de los predilectos. A los primeros les puede asaltar alguna vez un sentimiento de sospecha (tuhma), los segundos no conocen la suspicacia (ittiham) pero cuando recurren a su madre lo hacen empujados por la necesidad. En cuanto a los terceros, no queda en ellos ni sospecha alguna ni suspicacia ni interés egoísta pues están aniquilados en lo que se refiere a sus almas (fânî ‘an nafsihi) y solo esperan lo que Dios ordene hacer con ellos.
Notas
El término tawakkul es un derivado de la raíz w-k-l con el significado de “dar poder de representación a alguien, apoderar a alguien para que actúe en nombre del poderdante”. De aquí el nombre árabe de wakîl que puede traducirse como “apoderado, gerente, fiduciario, procurador, representante legal, factótum” etc. Al-Wakîl es uno de los Más Bellos Nombres de Allah y se suele invocar o bien por separado (yâ-l-wakîl) o bien dentro de la letanía enseñada por el Profeta: “ḥasbi-llâh wa ni‘ma-l-wakîl” una de cuyas muchas traducciones posibles es “mis ganancias son Allah y qué Gerente más rentable”. Esta sería una traducción acorde con el primer nivel de significado. En el grado de los escogidos, el tawakkul implica una relación de amor del creyente que se abandona a Dios como un niño se abandona plácidamente en los brazos de su madre. Sin embargo, en ese abandono todavía puede haber algún pequeño residuo de la nafs o el alma que en su fondo más recóndito anhela seguridad y amparo. Este anhelo es como un leve movimiento (ḥaraka), una ola casi imperceptible en el mar del alma que delata la presencia del ego y que solo se ve sosegado (muṭma’inna), reconducido a la calma total, en el nivel de los predilectos. Este nivel superior es el de la confianza total, que se manifiesta cuando el alma, desembragada de su vehículo corporal y mental, deja de ser la energía motriz de las acciones y pensamientos del ser humano. El vehículo, por seguir con el símil, funciona entonces ‘bi quwwati-Llâh’ (por la sola fuerza de Allah); es Dios quien toma el control del mismo, se pone al volante y conduce a su siervo a donde Él quiere. Este estado se puede comparar al de un cuerpo sin vida en manos del embalsamador o al cadáver de un ahogado en el mar movido por el oleaje o las corrientes marinas. A ojos de los que lo ven flotar en el agua, puede parecer que esté vivo pues perciben que se mueve, sin embargo, solo es un cuerpo movido por la Onda o el Espíritu divino (Rûḥ). Como dijo Ibn ‘Aṭâ’illah al-Iskandârî: “El hombre ignorante, al despertarse, se pregunta: ¿qué voy a hacer hoy? El sabio (‘ârif), por el contrario, dice: ¿qué va a hacer hoy Dios de mí?”. Este es el grado de los awliyâ’, que como Jesús en la conocida escena de la barca en plena tempestad, duerme plácidamente mecido por la mano amorosa de Allah. Los awliyâ’ se han desembragado de la esfera de su nafs antes de la muerte corporal y por consiguiente se han vuelto intangibles e inalcanzables para sus almas. Nada de lo que suceda puede perturbar al walî, pues este “ha sido elevado” (rufi‘a) a una dimensión o ḥaḍra superior a la del alma. Por eso el Alcorán, refiriéndose a Jesús, uno de los awliyâ’, dice: “Ciertamente ni lo mataron ni lo crucificaron verdaderamente, sino que les pareció que lo hacían y los que dicen otra cosa están confusos, no tienen verdadero conocimiento y siguen solo conjeturas, pues no lo mataron de verdad”. Es decir, Jesús desde el seno materno, moró siempre en la ḥadra o dimensión del Rûḥ de Allah sin que su nafs, su alma carnal, moviera o impidiera ninguno de sus actos ni sus pensamientos. Este estado es el que se conoce en griego como kénosis, el “vaciamiento” del alma que le permite a su vez, lo mismo que un molde vacío, ser rellenada por Dios. Ese molde se denomina en latín “forma” por lo que la persona resultante de ese llenado se convierte en la “forma Dei” en la forma de Dios. Si en lugar del molde empleamos el símil de la luz diremos que la Luz divina (gloria) semejante al sol cuando aparece la aurora (iṡrâq) subsume en su seno a la tenue candela del alma humana de tal manera que la criatura iluminada por la Luz sobre toda luz, (nûr ‘alà nûr) gusta el fanà (la extinción), que no es otra cosa que la reintegración de la lumbre del alma en el vasto océano de la Claridad divina. Por otra parte, si usamos el símil del sonido, cuando el alma enmudece en el Silencio divino, entonces la criatura se convierte en el instrumento del Verbum Dei o Palabra de Dios, que es el título con el que se califica a Jesús en el Alcorán: “Kalimatu-Llah”. Cuando el ruido de la mente se extingue, el alma sosegada se vuelve capaz de oír y expresar toda la sinfonía de las palabras y melodías divinas, de hablar todas las lenguas. De ahí que dijera el Profeta: “u‘ṭîtu ŷamî’u-l- kamilât” (‘me han sido dadas todas las palabras’) con un verbo en pasiva intraducible en español aunque no en inglés: u‘ṭîtu = I was given. Basten esas breves indicaciones para acercarnos a una mejor comprensión de la realidad del walî a luz del concepto islámico de tawakkul y el resto quedará para posteriores exégesis.