Diccionario sufí: Al-riḍâ wa-l taslîm

Por el cheij Aḥmad ben ‘Aŷiba. Traducción y comentario por El Mehdi Flores

Al-riḍâ, la complacencia, es afrontar las vicisitudes con un rostro risueño; es un gozo que llena el corazón cuando la persona es tocada por los decretos divinos; es abandonar su propio arbitrio (tark al-ijtiyâr) en Dios en todo aquello que Él organiza y ejecuta; o también sentirse relajado y abierto a recibir a pecho descubierto (sharḥ al-ṣadr) todo lo que viene del Único, el Omnipotente, sin el mínimo reproche.

Al-taslîm, la entrega, es dejar serenamente a Dios el cuidado de organizar y decidir el curso de tu destino. Es sinónimo de complacencia en el sentido último que se ha dado. Pero la complacencia le es superior en los otros sentidos.

Se dice que la complacencia adviene en el momento mismo de hacerse efectivo el decreto divino mientras que la entrega viene antes; se trata aquí entonces del tafwîd -la conformidad total- en el sentido lato del término.

Una y otra comienzan con la constancia (ṣabr) y el esfuerzo interior (muŷâhada); su estado intermedio es la cesación de los pensamientos agitados y negativos; su colofón es el gozo, el sosiego y la ausencia de perturbación.

El primer grado es el del común de los creyentes, el segundo el de los escogidos y el tercero el de los predilectos.

El primer pensamiento que sobreviene en el momento de la prueba es perdonado, según la opinión general, en razón de la debilidad de la naturaleza humana, dado que ningún hombre está libre de ella.

Notas

Ibn ‘Aŷîba en otra de sus obras, inicide en la distinción entre estos dos términos: “Esencialmente la complacencia consiste en soportar los más duros infortunios (mahâlik) con una sonrisa; en cuanto a la entrega, consiste en recibir con la misma serenidad lo agradable y lo desagradable, conscientes de que ni lo uno ni lo otro son cosa nuestra”.

En su descripción de los grados de confianza en Dios, Ibn ‘Aŷîba sigue la progresión indicada por Muḥâsibî, especialmente en su Adâb al-Nufûs, a saber: en primer lugar el tawakkul seguido después por el tafwîd o el taslim y por último el riḍâ aunque en otros autores como Abû Alî al- Daqqâq, el maestro de Quṡayrî, el orden sea tawakkul, tasîm y tafwîd.

En cualquier caso, la escala de perfección que nos propone el sufismo parte de la sumisión (islam) a la ley divina, continúa con un grado más intenso en el que predomina la confianza (imân) y culmina con la perfección (ihsân), grado en que se alcanza la total conformidad de la voluntad del siervo (‘abd) a la voluntad divina. Este es el grado de la unificación (tawḥîd) en el que se puede decir, como en el Alcorán: “wa mâ ramayta iḏ ramayta walâkinna Allâha ramà” (No eras tú el que lanzó la flecha cuando la lanzaste, sino que Allah fue el que lanzó”). (Corán, 8, 17).

Esta conformidad es lo que hacía que el Profeta emplease en tantas ocasiones la expresión “Umirtu” (Se me ha ordenado), dado que, como personificación perfecta de la servidumbre (‘ubudiya), todas sus acciones emanaban siempre de la orden (amr) de su Señor (Rabb).