Del comportamiento del musulmán en sociedad
Por Abdul Karim Mullor
La paz sobre vosotros.
De mis 42 años de Islam solamente 8 los he pasado en un país, susodicho musulmán. Podemos decir, sin lugar a dudas, que habiendo ejercido toda mi vida de trabajo entre España y Bélgica, y siendo musulmán desde que tenía 22, soy una de esas voces autorizadas para aconsejar cómo se puede comportar una persona convertida al Islam en una sociedad en la que este no forma parte de sus valores y cultura actuales. Aún más cuando, conociendo el Islam, sé, gracias a Allâh, como aplicar sus principios a la vida cotidiana, en familia, en el trabajo, en sociedad.
Es cierto, para comenzar, que en Europa existe una Islamofobia cultural y de educación. No voy a descubrir nada nuevo si digo, que nosotros, los convertidos al Islâm, hubiéramos podido avanzar más en nuestra vida laboral si no hubiéramos sido musulmanes. Cuando una persona es tratada injustamente por este motivo es normal que, si tiene un mínimo de personalidad, va a rebelarse y a luchar contra esta situación. Cada uno defiende lo suyo, y nosotros lo nuestro.
Ahora bien, aun a pesar de sufrir injusticia por esta situación, pues a veces la maldad de cierta gente se desata para hacer daño utilizando como excusa nuestra afiliación al Islam, hemos de saber que no podemos generalizar, que debemos tener paciencia, reconociendo que, si nosotros dimos con el Islam no fue a causa de nuestras bondades y facultades, y que la información y las consignas con las que son bombardeadas las gentes actuales han empobrecido su capacidad de análisis, de introspección, dejando el paso abierto en sus mentes a la afluencia de consignas tendenciosas que pregonan una y otra vez eslóganes de cómo se ha de vivir, de pensar, de actuar, creando con ello seres absolutamente dependientes de una directrices que nadie sabe con justeza de dónde proceden.
Todo ignorante debe tener un enemigo para sentirse alguien. ¿Qué mejor entonces que un enemigo común al que acometer en grupo? Cuando el ignorante se ve arropado por el grupo piensa tener razón y se hincha de satisfacción.
No en vano dijo sayyidina ˤAlî – que Allâh ennoblezca su rostro:
“Cuando alguien desconoce una cosa, la odia”.
Por ese motivo, aparte de que luchemos por nuestros derechos laborales y sociales, e incluso contra esta islamofobia, con denuedo, nada impide que mostremos una educación depurada y elegante. De hecho, el buen musulmán no odia a nadie, incluso a quien le hace mal, independientemente que luche contra él para protegerse, el buen musulmán debe mostrar la educación, la compostura, el arte de tratar a los demás, demostrando así su superioridad contra sus enemigos.
Cuando alguien nos ataca verbalmente, he constatado que muchos musulmanes se dejan llevar por la pasión. Hemos de darnos cuenta que esos ataques proceden de gentes que con astucia desean llevarnos a un terreno que les es propicio. En lugar de contestarles y de batirse con ellos en el campo que se nos ha ofrecido, hemos de hacerles ver y sentir que nosotros no estamos a su mismo nivel, que somos inteligentes y podemos dominarles con el discurso, hablando, no para defendernos de su discurso, sino elevando la dicción para enseñarles, para hacerles sentir que nosotros cabalgamos por otros campos más elevados montando los corceles de la Verdad. Si nos batimos en el campo que se nos ofrece, hablando de los temas propuestos, estamos demostrando no ser inteligentes y tener la sangre caliente.
¿Acaso no nos hicimos musulmanes por considerar que estamos en la Verdad y que la vida que llevábamos antes no nos conducía a ninguna parte?
Vemos, una vez y otra, en las conversaciones mantenidas y en los mensajes dados en las redes sociales, que muchos experimentan un complejo de ubicación en la sociedad en la que viven. No comprendo por qué, verdaderamente. De si debemos saludar así o asá, de cómo debemos considerar a la gente que no es musulmana, de cómo tratarles en sus fiestas, y otras tantas cosas que cansan por ser siempre las mismas. Tenemos que terminar con estas actitudes. Tenemos que volar más alto. Tenemos que saber que estamos en la Verdad y que eso incluye pagar el precio. Y si es injusto, como lo es, demos gracias a Allâh por vernos en el Buen Camino por un gran Favor de su parte.
La agresividad es solamente producto de la ignorancia. Un sabio nunca será agresivo, ni atiende a las peroratas de unos y otros; un sabio es una referencia, un pilar sólido de la Umma.
Si no conocemos nuestra religión salvo por las mentiras que nos llegan de Arabia Saudita, de Qatar, de Irán o Pakistán, entonces ¿cómo podríamos considerarnos intelectualmente superiores a otros si lo que aprendemos es paja que se lleva el viento? ¿Cómo podríamos considerarnos vejados por los no musulmanes cuando quienes están abusando de nosotros son los que dicen llamarse hermanos? No es de extrañar que si das confianza a otros en la religión seas el pasto de las llamas y las inundaciones, los ratones entrarán en tu habitación, la polilla acabará con tu ropa y saldrás con lo poco que te queda. Si delegas tu responsabilidad en otro no vengas quejándote diciendo que los otros te han tratado mal. ¡Tú te estás tratando mal a ti mismo, alma en pena!
Si quieres liberarte de la impresión de encontrarte prisionero en una cultura que no es musulmana, entonces aprende sabiduría y trasciende intelectualmente esa cultura hasta que no la tengas ni en cuenta. La sabiduría es la libertad que buscas; nadie te podrá hacer mal alguno si caminas sobre las aguas; nadie te hará daño con sus palabras porque tú serás la palabra; mientras otros andan tu vuelas, mientras otros balbucean tu hablarás elocuentemente palabras que maravillen al auditorio. Pero dime, ¿eres tú de esos o te has propuesto serlo alguna vez?
Apiádate de ti mismo y luego estarás en disposición de apiadarte de los demás.