Cuando la Religión se convierte en un negocio
Por Abdul Karim Mullor
A-s-salamu ‘alaykum – La paz sobre vosotros
En un libro de hadices que tuve ocasión de traducir y que podéis encontrar en este enlace, encontramos estos dos ejemplos.
Dijo el Profeta de Allah – sobre él la plegaria y la paz –
Allâh no retirará la ciencia arrancándola de las gentes, pero El la hará desparecer tomando el alma de los sabios hasta que no quede ninguno de ellos. Entonces, las gentes tomarán por jefes a los ignorantes, y cuando se les pregunte a estos a propósito de ciertas cuestiones, se darán el aire de saber sin basarse en ciencia alguna. Ellos se extraviarán y extraviarán a los otros. (De Ibn Umar, recopilado por Al Bujari y Muslim).
Los sabios son las personas respetuosas con el depósito confiado de los Enviados de Allâh, siempre y cuando se mantengan a distancia de los sultanes y que no se dejen ganar por este mundo. Si lo hacen, entonces trahicionan a los Enviados. Desconfiad pues de ellos. (De Anas, recopilado por Al-Ukaily)
A ningún musulmán de buena voluntad se le escapa que vivimos en tiempos de ignorancia. Nuestro Profeta – sobre él la plegaria y la paz –, que nos habló de todo, no podía dejar pasar una época como esta de la cual dijo que los musulmanes serían desviados por ignorantes y por gentes de palabras de miel y corazón de lobo. Los ignorantes se subirían a los púlpitos, los sabios callarían; tocarían las trompetas de la sedición y tañerían los tambores de la injusticia llevando a las gentes por el camino del sin saber que culmina en el templo de la ignorancia.
Esta situación coincide, como no podría ser de otra forma, con la facilidad con la que podemos localizar a aquellos a quienes se refieren dichas palabras del Profeta. Y cuando analizamos a dichos personajes y sus circunstancias vemos que se mueven a su alrededor importantes cantidades de dinero.
Suele tratarse de elementos que son apoyados, sea por gobiernos, ya sea por importantes grupos económicos o de negocios que cuentan con suficiente solvencia económica para presentar como sabio a cualquiera a quien se quiera utilizar como tal.
La operativa es la siguiente: El estado crea escuelas de Islam, de un Islam barnizado con un incontestable tinte político, que forman gentes en aspectos generales convenientemente adulterados para ser utilizados de una forma específica. Se trata la religión de manera interesada y politizada y se enseñan los aspectos de ella que puedan resultar beneficiosos a la política nacional. Si es necesario cambiar normas religiosas, anular hadices o doctrinas que los sabios del Islam siempre declararon por buenas, se hace; porque al fin y al cabo lo que importa es presentar una religión de estado que nada ha de ver con la religión del Islam tal y como es en realidad. Este es el caso de Qatar y Arabia Saudita, incluso de Pakistán, y de Irán.
Otras veces se trata de holdings económicos como el de los Hermanos Musulmanes que, como pulpo de muchos brazos, ha llegado a abrir escuelas y mezquitas por toda Europa, ayudado de unas finanzas cuyo origen nadie conoce, y que por no conocer, nadie puede establecer si proceden o no del Haram. Sus raíces y sus prácticas presentan un tinte masón incontestable. Un supermercado de la religión donde se dice saber de todo y donde no se sabe absolutamente nada.
Otros, como los salafistas, son financiados por varios estados a la vez.
En realidad, los sabios que son presentados por estos holdings o estados suelen ser personajes de una inteligencia mediocre, entrenados y empaquetados para dar un determinado discurso que no puede salirse de las pautas autorizadas por los estados o intereses que los financian.
Se trata gente manejable, y a la vez suficientemente ambiciosa, que se compra y se vende en función de cuanto se puje por ellos, pues las cantidades que se manejan para dar de comer a estos sabios de cadena de montaje son en realidad superiores a las que se suelen manejar para remunerar a muchos de los directivos de las empresas privadas de todo el orbe. Cientos de miles de euros o dólares al año para pagar los “servicios prestados” de tan “encomiables” figuras de la “sabiduría religiosa”; figuras estas bien adornadas para ser presentados como eminencias cuando en realidad se trata de codiciosos mercaderes de la religión, que venden a propios y extraños extendiendo sus mentiras con el aroma del almizcle en los muros de mármol de lujosos templos salpicados de oro y de plata, edificados para gloria del régimen.
Y es así que los camelleros iletrados, los fruteros que gritan en los mercados, los pescaderos que te venden piezas pasadas de fecha, los titiriteros, se convierten en sabios eminentes de la religión.
Pero si les quitas el dinero desaparecen, se esfuman, se quedan en nada; se les caen los turbantes y las túnicas, se apagan y desaparecen las sentencias y fatwas. Son como las barreras de las autopistas de peaje que no se abren si previamente no pagaste.
Aquella figura del sabio que luchaba por imponer la verdad, independientemente del agrado o desagrado de los sultanes, independientemente de su estatus y de su riqueza o de su pobreza, ha desaparecido; esta clase de gente ya no son útiles; y no lo son porque sus criterios y sus conocimientos se encuentran por encima de toda planificación, por encima de todo control. Sus dictados, siempre imprevisibles e inesperados, son una amenaza para quienes gobiernan y viven de manera corrupta. Estos sabios han sido eliminados, silenciados e ignorados.
En cuanto a aquellos quienes siguen a estos sátrapas de la religión podemos distinguir dos grupos: el de los débiles y laxos y el de los malvados y codiciosos de bienes materiales. El primer grupo compuestos por gentes débiles que necesitan que se lo den todo elaborado, vista su desidia. El segundo por oportunistas codiciosos de toda especie que van buscando llenar sus billeteras sea de la primera divisa que se presente. Sus organizaciones funcionan de manera económica como mafias y su moral es la misma de las sectas de lavado de cerebro y control de la personalidad.
Estas sectas llegan al corazón de las grandes ciudades europeas construyendo lujosos centros, rodeados de una legión de gentes bien pagadas, de una propaganda con consignas fáciles de asimilar, incluso para los menos inteligentes. Se autoproclaman representantes del Islam cuando en realidad representan a aquel quien en rebeldía no quiso postrarse ante Adam – sobre él la paz -, desobedeciendo al Altísimo.
Para reafirmar sus doctrinas, para crear sus ejércitos de fieles, las consignas pasan por ser el odio al otro, el odio al Bien. Los Wahabitas el odio a los sufís; los chias el odio a Omar, Abu Bakr y Aisha. El odio, la calumnia, la brutalidad, el lavado de cerebro bajo la consigna de ser los mejores. Decidme que alma desbocada no quiere ser la mejor. Alimentan el nafs de maldad, inculcan las consignas, y una vez el veneno se ha extendido inutilizan a las personas convirtiéndolas en juguetes en sus manos; en soldados de su ejército particular; en zombis sin criterio propio, en esclavos al fin y al cabo.
Los sabios verdaderos al no contar con medios no pueden llegar a las gentes. Diríase que no existen; pero se encuentran bien presentes; no se dejan comprar ni se venden, y están a disposición de todo aquel quien se moleste para ir a encontrarlos. Pero sedme sinceros: ¿quién se molesta en estos tiempos por la religión?
Vivir de la religión
Hoy por hoy, aquel cuya vocación sea vivir de la enseñanza de la religión se ha equivocado de oficio. Primeramente porque se trata de una pretensión totalmente infundada; sin raíces en el Corán ni en la Sunna. ¿Cómo podría enseñar la religión aquél o aquellos cuyas manos no se han ensuciado en la búsqueda del pan cotidiano, por cierto, primera obligación de la religión?
Por otra parte, ¿quién les ha autorizado para hacer tal? Los sabios de antes enseñaban religión porque habían sido autorizados para ello por otros insignes sabios que a su vez les consideraron dignos de dirigir a los musulmanes en su práctica religiosa.
Gentes cuya desvergüenza y despropósito pasa por poner trabas a aquellos que saben más que ellos. Gentes, al fin y al cabo que van detrás de un nicho de negocio, caiga quien caiga, y caiga lo que caiga de las verdades de la religión. Total, nadie se va a enterar, piensan ellos. No saben que Allah tiene sus guardianes, sus testigos, a quienes nada les pasa desapercibido.
Hoy por hoy, aquellos quienes presumen de haber estudiado cursos de religión, saben, como yo sé, que solamente han aprendido el Islam recortado y retocado de la secta de turno. Y si después de eso uno se dispone a enseñar, ya de por si se trata de un fraude. Si no busca y reconoce a otros más sabios que él, entonces se trata de un defraudador. Si los sabios no buscan a otros más sabios, y éstos a otros más sabios, y estos a otros más sabios, hasta llegar a la cúspide, ese sistema se encuentra corrupto. Pues solamente desde la cúspide se pueden dictar consignas, dar el buen consejo y trazar las directrices de la religión en esta época al igual que en las anteriores. Siempre llueve de arriba abajo; siempre la lluvia de la Rahma y del saber desciende de lo más a lo menos, no al contrario.
Y vosotros/as hermanos/as, mirad bien a quienes seguís. Es vuestra responsabilidad ineludible; sino es así poco podréis aprender de vuestra religión. Cada uno es responsable de sí mismo aunque otros estemos para ayudar, con la ayuda de Allah y con Su Permiso bendito ¿qué podemos hacer por vosotros sino queréis ser auxiliados con la Verdad?