Crónica de una visita a las dos ciudades sagradas del Islam
Por Abdul Karim Mullor
A-s-salamu ‘alaykum:
Quiero contaros y compartir con vosotros los acontecimientos más remarcables de un viaje a Meca y Medina que realicé en Abril de 2010.
Mi madre, recientemente convertida al Islam, murió ese mismo año, en el mes de Enero. Al no deber ocuparnos de ella programamos una Umra de dos semanas; mi esposa mi hija y yo viajábamos con un grupo de personas entre las que se encontraban nuestro médico de familia, algunos conocidos, y mi suegro y maestro Sidi Salah. Después de una estresante petición de visado en la embajada de Arabia Saudita en Bruselas, donde por ser converso me pidieron miles de pruebas, dos días antes de viajar, y ya habiendo satisfecho el precio de la Umra unos días antes, al fin me llegó el pasaporte con el visado.
Una semana antes del viaje soñé que mi esposa, mi hija, mi maestro y yo caminábamos por el espacio y teníamos una casa allí.
Medina
Hicimos escala en Estambul y llegamos a Madina a la hora del Isha. Allí estuvimos cinco días visitando la Mezquita del Profeta – sobre él la plegaria y la paz – , el cementerio Yannat al Baqi’a y el lugar donde se produjo la batalla de Uhud.
Ya mi maestro me puso en guardia contra entrar en discusiones con los guardianes de la Mezquita del Profeta, pues seguramente eso sería trabajo perdido y podría distraerme del objetivo real de la visita. Cumplí con esa recomendación, aunque no por ello dejé de observar todo cuanto ocurría alrededor de la tumba del Profeta y en el cementerio del Baqui’.

Conocedor de la inmensa Baraka de pasar junto a la tumba del Profeta y saludarle, pasaba por allí todos los días, sobre y ante todo a cualquier hora del día y de la noche en la que observaba por la TV local que la tumba no estaba concurrida. Decir A-s-salamu alaykum al Profeta, a Abu Bakr y Umar y hacer una rápida du’a cara a la tumba del Profeta, tal y como recomendaban el Imam Malik y otros; y ya no daba tiempo para más. Pues, aunque el lugar estuviera vacío, los guardianes de la tumba te decían que desalojaras, porque según sus chayatins rebeldes – que Allah les purifique de ellos – hay que hacer todo cuanto sea posible minimizar con cualquier excusa la figura del profeta – sobre él la plegaria y la paz -.
Los turcos, cuando los guardianes de la tumba les decían que se pusieran cara a la qibla y dieran la espalda al Profeta, no hacían caso; y se quedaban en grupo de cara a la tumba recitando Corán y duas. Al pasar por allí y verles me unía a su grupo, mientras uno de los guardianes, que ya me conocía, me miraba de tal manera que bien hubiera podido decirse que me estuviera citando para mejor ocasión. Y esa ocasión llegó, pero al yo ofrecerle la mano delante de la tumba me la tomó y me saludó.
No puedo describir el estado de emoción y las lágrimas vertidas al pasar delante del Habib y saludarle. Y además, rezar en el recinto donde se encontraba el mimbar del profeta, que, según él mismo dijo, es un lugar del Paraíso. Hay que saber que si se reza en ese lugar la súplica es escuchada.
En el cementerio al Baquia el panorama visual es desolador. No obstante, y a pesar de eso, un estado de paz le inunda a uno desde que pone los pies en él. Uno es consciente del valor de los compañeros del Profeta y familiares enterrados en él. Allí, al final del cementerio, a la izquierda, se encuentra la tumba de Uzman. Un jovencito saudí se encontraba explicando que no se debe recitar Corán junto a las tumbas. A esto, un turco le replicó que sí se podía; y diciéndole el saudita que le informara de un solo hadiz al efecto, el turco se lo citó y el saudita calló.

Un hadiz de una colección que tuve la ocasión de traducir, dice:
“Quien va a Meca y no viene a visitarme me hiere”.
¿Qué misteriosa rabia llevó a los sauditas a arrasar los mausoleos que existían en ese cementerio donde están enterrados entre otros Fatima Sahra, las esposas del profeta, su hijo Ibrahim, el Imam Malik, Abbas, el cuerpo de Hassan Ibn Abu Talib, Zayn al Abidin, etc., escudados en una peculiar mala comprensión de los hadices?
Cuando nos asomamos al domo verde que se encuentra encima de la tumba del profeta, mirando desde la fachada sur de la mezquita, podemos ver un promontorio verde rodeado de una imitación de hojas de laurel. Se trata de una tumba; sí, de una tumba improvisada sobre ese domo. La historia es que los wahabitas, espoleados por Albani, intentaron demoler el domo. Para comenzar la obra se subieron dos obreros; uno de ellos cayó despeñado y murió aplastado sobre el suelo firme y el otro se quedó literalmente pegado al domo. Tan pegado estaba, que no pudiendo bajarle hubieron de improvisarle una tumba, con honores, tal y como lo demuestran las hojas de laurel que circulan el féretro de ese desdichado.

Evidentemente eso demuestra la falta total de amor al Profeta – sobre él la plegaria y la paz – que demuestran los divulgadores de dicha doctrina, a quienes el Profeta – sobre él la plegaria y la paz – comparó a los aditas rebeldes con el profeta Hud – sobre él la paz -.
Al llegar a Uhud lo primero que fui a visitar fue el montecillo de los arqueros, en el cual el Profeta hubo de refugiarse rodeado de sus compañeros para salvar su vida. Nada más subir y recrear la escena en mi mente sentí un inusitado calor en mi pierna izquierda. Me subí la túnica y pude observar un corte limpio en la cara externa de mi pierna, entre la rodilla y el tobillo hecho por una espada invisible, mientras mi túnica no se encontraba manchada ni rasgada. Cuando regresé al hotel se lo mostré al médico, quien me propuso inyectarme la vacuna del tétanos, negándome yo, sabiendo que aquello no era otra cosa que la Baraka de Uhud; de alguna manera, y aún a través del tiempo, me había sentido hermanado con aquellos que allí estuvieron 1400 años antes.
Meca
Sabemos por una tradición transmitida de Ali – que Allah ennoblezca su rostro – que al llegar a Meca la Kaaba nos recibe bien o mal dependiendo de si en el corazón de la persona se encuentra lo uno o lo otro. He sido testigo de gentes que habiendo ido a la Meca han venido plenos de luz y de otros que después de esta visita han comenzado a hacer maldades que antes no solían hacer. Esta visita sagrada, se trata de un punto de inflexión, sin duda alguna.
Una vez vestidos con el Izar a unos 50 kilómetros de Madina fuimos recitando el Labbayka en el autobús hasta que pudimos ver la Kaaaba.
Labbayka Allahumma labbayk; labbayka la sharika laka labbayk, inna-l-hamda wa-n-ni’mata laka wal mulk, la sharika lak.
Heme aquí Oh Allah, heme aquí; heme aquí, no hay asociados a Ti; en verdad a Ti son la alabanza y la excelencia; a Ti es el reino, no hay asociados a Ti.
Esta recitación, repetida una, y otra, y otra vez, le sitúa a uno en un estado de luz, emoción, alegría y pureza.
La primera vista de la Kaaba, dejadme deciros, es impresionante. Aquél cubo de 11 X 10 X 10 se presenta majestuoso, de día o de noche. Aquellas 7 vueltas no sabes muy bien si las estás dando en el cielo o en la tierra. Si ya en Madina caí presa de un estado de beatitud, en Meca ese estado se agrandó, se potenció.

Safa y Marua, todo lo que se diga es poco; a veces andando, a veces corriendo. Poco importan, y eso os lo digo por experiencia, los alrededores de la Kaaba, porque ella posee una personalidad que hace extinguirse cualquier otra impresión.
Pasé los siete días, una veces haciendo Tawaf, otras sentado, otras rezando en el patio de la Kaaba. Su poder de atracción es indescriptible; a cualquier hora del día o de la noche me concedía una excusa para estar allí.
Una vez, haciendo Tawaf, pedí a Allah, pedí a Allah que me mostrara que es lo que había en aquel lugar. En ese momento, y desde la parte superior de la esquina del Yemen de la Kaaba, me llegó una voz interior clara y rotunda que decía “Mahabba” (Amor).
¿Sabéis? El agua de Zem Zem no se bebe con la boca, se bebe con el corazón. Los que hayáis experimentado esto sabéis de qué os hablo.

Por Amor damos vueltas alrededor del centro de la Presencia divina, agitándonos sin separarnos de él; pues es el Amor el poder de atracción hacia Allah, el Bueno, el Majestuoso. El Islam es la religión del Amor.
Al despedirnos de la Kaaba, mi esposa y yo, estando en uno de los soportales que daba al patio donde ella se encuentra, ocurrió un hecho extraordinario que no me atrevo a relatar pues seguramente muchos no llegarán a creerlo.
Llegamos a Jedda, en el aeropuerto hay que tener mucha paciencia, por los retrasos y las aglomeraciones. Nuestro avión salió a las 3 o 4 de la madrugada llegando a Estambul a las 8 y a Bruselas a las 12 de la mañana.
Después de un poco de descanso abrí el ordenador a las 5 de la tarde, cuando entonces recibí la respuesta definitiva de que nuestra Umra había sido aceptada. Nuestro avión fue el último que habiendo venido de Meca despegó de Estambul, pues el tráfico aéreo fue anulado durante dos semanas por razón de ese volcán de Islandia. Nos salvamos por unos minutos. El médico de nuestro grupo llegó a decir que ese hecho extraordinario se debía a que entre nosotros venía uno de los próximos a Allah. Yo le sonreí, no le quise decir nada y el hombre puede ser que quedara con la duda. Yo no tengo duda alguna habiendo vivido lo que anteriormente y después de eso he vivido, una y otra, y otra, y otra vez.