Convoca a las gentes compañero

Convoca a las gentes compañero

Cuando el Šayj Aḥmad al ˤAlawi hubo alcanzado su madurez espiritual, su maestro, el šayj Sidi Hammu al Buzaydi, le animó diciendo:

Serás como un león guiando a las gentes. Donde pongas la garra triunfarás

Y así fue. El šayj al ˤAlawi llegó a tener un millón de discípulos en todo el orbe musulmán. Desde Marruecos hasta Indonesia, las zawiyyas florecieron, e incluso se llegaron a formar pequeños núcleos en países occidentales como Francia y Suíza.

En ese momento el šayj compuso una qasida[1] que comienza de esta manera:

Addi fî-n-nasi Ya saḥî

Warfaˤi ṣawti ˤaliyya

Qul: Haya ˤala-l-falaḥi

Halumna qawmî ‘ilaiya

Convoca a las gentes compañero

Y eleva bien en alto tu voz

Di: ¡Venid al éxito!

Venid a mí ¡o pueblo mío!

Este “Haya-l-falaḥi” que decimos en la ‘Iqama (llamada) de la plegaria (ṣalat) es el secreto de todo. El secreto de esta convocatoria que el maestro, representante de Muḥammad – sobre él la plegaria y la paz –, realiza para poder guiar al pueblo. Siendo el pueblo, no la totalidad de los musulmanes, sino aquellos que aspiran acercarse a Allâh y conocerle.

Un verdadero maestro es el representante de Rasul y el califa de Allâh en la Tierra. No solamente tiene el permiso Divino para enseñar, sino que asimismo se le ha impuesto ese deber. Enseñar, no a todos, sino únicamente a aquellos que lo desean con sinceridad. Pues no se puede desperdiciar lo que es santo, al mismo tiempo que no se puede esconder la Ciencia a aquél que lo solicita con cumplida sinceridad y sana intención.

Es por ese motivo que el maestro estará presente cuando se le necesite y él mismo se presentará a unos y a otros según sus capacidades de comprensión.

Es por eso que el Šayj en otra qazida dice:

ˤIlmunâ wa-l-Lâhi ya’zum

Nuestra Ciencia ¡por Allâh! Es inmensa.

Una ciencia que ha pasado del Profeta a los compañeros y de estos, generación a generación, hasta nuestros días, en los que, aunque bien pocos, siguen existiendo maestros competentes capaces de elevar los espíritus, hacer trabajar las inteligencias, hacer manar las aguas luminosas de los corazones a fin de llevar a aquellos que Allâh escogió a lo más alto, tanto en esta vida como en la Otra.

El califa, el maestro, convoca a las gentes; pero hoy también lo hace el šaytan (el falso maestro). Solamente los sinceros pueden llegar a discernir lo verdadero de lo falso. Hoy el diablo se muestra como maestro para que nadie siga al verídico. Esta táctica, tan vieja y añeja como la misma vida, le está dando más éxito el día de hoy vista la voracidad por la Dunya y la gafla (olvido de Allâh) de tantos y tantos que dicen aspirar al Conocimiento.

¡No es verdad! Si dices aspirar al conocimiento y te dejas engañar, eso dice de ti que no te has tomado demasiadas molestias; al menos las suficientes. Allâh no aprisiona a nadie que quiera ser libre. Pero Allâh no muestra la Verdad a aquellos que no se han hecho dignos de ella con su trabajo, dedicación, fortaleza, insistencia y sinceridad.

Te acomodas pensando que eres especial y al final te diste cuenta de que tú mismo te cerraste las puertas del conocimiento por tu actitud acomodada y perezosa. ¡No! No nos digas mientras bostezas que te encuentras en la élite. ¡Te engañaron porque tú mismo te engañaste! Quisiste negociar con Allâh la Ley del Mínimo Esfuerzo. Y con Allâh no se negocia ese tipo de cosas.

Nadie encuentra oro en la Bisutería; allí solamente están las baratijas. Las sortijas que llevas no valen lo que un par de tus mudas y tú las vas exhibiendo por ahí pretendiendo ser admirado por las gentes.

Mientras, el califa, ofrece oro de la más alta y probada calidad. Pero el ojo acostumbrado a las baratijas ¿cómo podría distinguir el oro? Para saberlo distinguir es necesario ser un experto. Para ser experto hay que haber trabajado con el oro de verdad. El bisutero y su cliente no conocen ni el oro, ni el diamante.

¡No te engañes a ti mismo! ¡Solamente  te ha sido dada una vida! Y sería una vergüenza para ti partir habiéndola desperdiciado por no trabajar debidamente.

Llora ahora; sino lo harás más tarde. Hazte reproches y enfréntate a tu realidad. Se consecuente, pregunta a tu alma lo que quiere y a ti lo que quieres tú.

¡La Verdad existe! Pero ¿existes tú?


[1] Poesía espiritual. El libro que recoge una compilación de qasidas se llama Diwan. Grandes maestros sufís compusieron un Diwan, tales como: ‘Umar Ibn al Farid” – “Imam Shadili” – “Abu Madiam de Cantillana” – “Suštari” –  “Sidi Uddah Ibn Tunas” – “Muhammad Ibn al Habib” – y nuestro maestro “Salah Badr”. El Diwan recoge las palabras descriptivas de las verdades contempladas por los próximos a Allâh las cuales son expresadas en poemas, al ser la poesía el estilo que mejor puede contener la simbología que esconde la expresión de dichas realidades (haqa’iq).