Consciencia y percepción; Creencia y Realidad

Por Abdul Karim Mullor

Si estudiamos cualquier manual de Psicología veremos que las percepciones son el producto del encuentro entre el sujeto y el objeto. Es decir, el encuentro entre el perceptor y lo que se percibe. Siguiendo con esto, hay percepciones que son comunes a todos los seres humanos, y esto se da cuando el objeto percibido posee una naturaleza material; existiendo otras percepciones que son subjetivas y relevan de la naturaleza del pensamiento del perceptor.

Dejando la Psicología a un lado, como ciencia incompleta para estudiar la naturaleza y el comportamiento humano, podemos decir con todo de nuestra parte que las percepciones de cosas de orden no material están condicionadas por el nivel de nuestra consciencia. Y, si bien es cierto, que muchas de esas percepciones dependen de la educación recibida a nivel social, también lo es que estas son susceptibles de modificarse en función de un cambio de nuestras ideas, así como de la información que vamos introduciendo en nuestro conocimiento. Son , en principio, ideas no fijas que van a la deriva y que no se estabilizan, pues ellas, en realidad, no se corresponden con una verdad que las fije y las dote de equilibrio. De ahí esas diferencias entre las creencias de las personas y entre las ideas de unos y de otros.

Esto demuestra que nuestras percepciones no se corresponden con la realidad; pues es imposible que, sobre la misma idea, unos perciban una cosa y otros otra. y la querramos elevar a verdad irrefutable. Y, aunque algunos estén en la verdad por el hecho de tener una creencia correcta, su idea, su percepción sigue sin ser real, hasta que esa realidad en la que se cree se eleve al nivel de la consciencia.

¿Y qué es la consciencia? Es simplemente la visión que tenemos de lo que somos nosotros y lo que nos rodea (el Universo).

Si esa consciencia no se corresponde con la Verdad, aunque reconozcamos que esta existe, si no la vemos, entonces dicha consciencia no podrá ser completa, y por lo tanto diremos que no es absolutamente verídica ya que ella no conoce aquello en lo que cree.

¿Existe alguna manera de despejar la consciencia y actualizarla a fin de que ella perciba la Verdad?

Esta es la pregunta de las preguntas, de la cual, nadie o casi nadie, tiene respuesta. Por eso, lo primero que deberíamos preguntar es si esa consciencia podría ponerse a la par de la Realidad.

Aclarando más la cuestión: ¿Podría la consciencia acaparar todo el Universo visible e invisible? ¿Podría revelarse observadora y perceptora de la Verdad completa?

Si decimos que sí, y muy pocos solamente lo afirmarán, la pregunta siguiente es: sí creemos en Dios, ¿podría la consciencia percibir a Dios? Porque si somos honestos es conociendo a Dios solamente que aquello que percibimos puede equipararse a la Verdad en la que creemos.

Es aquí que las más sanas inteligencias rasgan las vestiduras y que los cortos de entendimiento se escandalizan. En cierta medida, hemos de reconocer que si nuestra consciencia no es capaz de reconocer la Realidad tal y como ella es, existe una disfunción insalvable a causa de la grandeza del Objeto a percibir.

Y también se ha de reconocer que la Fé sin conocimiento no es una fe verdadera en el sentido absoluto y elevado del término.

Una palabra del Profeta – sobre él la plegaria y la paz – dice:

Los hombres están dormidos y cuando mueren despiertan

Otra palabra suya dice:

Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor – Man ˤarafa nafsahu ˤarafa Rabbahu

Es entonces que ese conocimiento de Allâh, que existe y hay que reconocer, es imposible de fijar por medio de las palabras; antes bien, hay que hacerlo por medio de la experiencia. Y aquellos que no han recibido dicha experiencia, que son la gran mayoría de los seres humanos, nunca podrán decir de qué se trata exactamente, ya que, las palabras y los pensamientos no pueden diseñar una imagen que les sobrepasa.

¿Cuál es entonces el nexo que conecta a uno mismo con su Señor?

La respuesta es simple: Aquél Ruḥ con el que Allâh dio vida a Adam – sobre él la paz – y que llevamos su descendencia sin excepción. Un soplo procedente de El sin intermediario ni puente.

¿Acaso no reflexionaréis?