Comentario a los Hikam del Chayj Al Alawi II-III

Abdul Karim Mullor

Ḥikam II

Aquellos cuya mirada se encuentra velada se encuentran asimismo establecidos en grados:

Aquel cuyo velo esconde a Allâh

Aquel cuyo velo le esconde de él mismo.

Así aquellos a quienes el velo les esconde de ellos mismos, ese mismo velo es más impenetrable que aquel a quien su velo le esconde a Allâh.

Comentario

¿No han ido por la tierra con un corazón capaz de comprender y con un oído capaz de oír? ¡No son, no, sus ojos los que son ciegos, sino los corazones que sus pechos encierran! (22-46)

Queremos evitar ser redundantes. Sin embargo, este concepto explicado por el šayj nos recuerda el Ḥikam anterior, en el que se habla del conocimiento.

Este conocimiento, partiendo de uno mismo, es más completo que el conocimiento externo del Altísimo y la doctrina sobre sus cualidades. Asimismo el velo que nos cubre de nuestra visión de la Realidad absoluta es más espeso cuando dentro de nosotros mismos no encontramos el lazo que nos une con El. Dice el Corán:

Hemos creado al hombre y sabemos lo que su alma le susurra. Estamos más cerca de él que su propia vena yugular. (50-16).

La puerta del conocimiento se encuentra en el corazón. Allâh nos ha creado como representantes suyos en la tierra. Además, Él nos ha dado la vida insuflándonos parte de Su Espíritu, tal y como dice la aleya que hemos presentado en el comentario del primer Ḥikam.

Es pues, a partir de nosotros mismos que se inicia la correspondencia siervo-Señor; criatura-Creador.

Si la puerta de acceso al Conocimiento que se encuentra en nuestro corazón se encuentra cerrada nunca podremos acceder a él.

El conocimiento literario, aunque sea útil a otros niveles, como por ejemplo el estudio del Fiqh, no lo será para conocer a Aquel que ha creado todas las cosas, que tiene los cielos y la tierra en Su Mano, y la Decisión en Su ser Deidad.

Si no nos conocemos a nosotros mismo no podremos conocer nada. El universo se encuentra dentro de nosotros. Es una evidencia para aquellos quienes hayan recibido la Gracia de Allâh de gozar de discernimiento; para aquellos que han sido transportados de las tinieblas a la luz. Para ellos la dicha de conocer las maravillas que se esconden a quienes tienen un velo espeso que les separa de la Verdad.

Dijo nuestro amado profeta Muḥammad – sobre él la plegaria y la paz – como súplica dirigida a Allâh:

– ¡Oh Señor! Pon luz en mi corazón, en mi lengua, en mi oído, luz a mi derecha y a mi izquierda, luz sobre mí y debajo de mí, luz delante de mí y detrás de mí; aporta luz a mi alma y asigna enormemente luz para mí.

(Recopilado por Bujari y Muslim)

Ḥikam III

Los ascetas se encuentran establecidos en grados:

Aquel que desdeña los bienes que Allâh tiene

Aquel que desdeña los bienes que él posee

Hay que saber que el asceta que desdeña los bienes que Allâh tiene es de un ascetismo más riguroso que aquél que desdeña los bienes que poseen sus manos.

Comentario

Entendemos por asceta, en la acepción más rigurosa del término, a aquél que ha renunciado a los bienes materiales para dedicarse a la adoración de Allâh. Claro está que en el dominio del Islam el ascetismo no consiste en separarse del mundo e ir a morar en una cueva a fin de separarse con ello de cualquier distracción externa, y mortificarse renunciando a las internas lejos del mundo de los humanos.

En Islam, es asceta es aquél que considera los bienes mundanales como una carga que le separa de la adoración de su Señor. Efectivamente, el amor por lo material ha cautivado los corazones de las gentes hasta el punto de que la mayoría corre tras los bienes como lo hace el galgo detrás de la liebre. Esto genera codicia y afán de competición, llegando ésta, en gran parte de las ocasiones, a ser desleal hasta el punto de vulnerar los derechos ajenos.

Habiendo precisado entonces de qué se trata cuando hablamos de ascetismo, ahora vamos a explicar las palabras del šayj en su justa medida.

El asceta pues, como hemos dicho, desdeña los bienes pues ve en ellos un enemigo que puede separarle de la adoración y del amor de Allâh.

Solamente unos pocos pudieron gozar de bienes sin que estos le separaran de su dedicación y obediencia a Señor. Sulayman, Dawud – sobre ellos la paz – son dos ejemplos memorables; sin olvidad a aquel Yussuf – sobre él la paz – que siendo profeta, llegó a gobernar Egipto sin apegarse a sus posesiones. En realidad, él ya había sido sometido a penurias indecibles, de tal manera que su alma se había sometido en total conformidad con las decisiones del Todo Poderoso, no dejándose abrumar por los bienes perecederos y engañosos de este mundo de contrastes.

Ahora bien, cuando leemos la sentencia del šayj, a primera vista, es fácil extrañarse de su contenido. Pero:

Ni es la palabra de un adivino. ¡Qué poco recapacitáis! (69-42)

¿Cómo puede ser considerado ascetismo desdeñar los bienes de Allâh? Me diréis. Y continuaréis diciendo: “todos buscamos los bienes de Allâh y además sería una ofensa a El desdeñarlos”.

Esta protesta no es sino producto de la precipitación y de la falta de miras. Consecuencia directa de la ausencia de un horizonte esclarecedor en el interior de aquel que la proclama.

El verdadero asceta no se conforma con lo que Allâh tiene, porque su mirada se encuentra más allá de los horizontes de lo creado.

Con esto queremos decir que él se esfuerza con amar al Dueño de los favores, sabiendo que éstos son creados y que Allâh no lo es.

Él es su Amado, el objeto de sus anhelos. ¿Cómo entonces podría un verdadero amante deleitarse con otra cosa que no sea la presencia del Bien Amado?

Así pues, habiendo aclarado la causa de dicho desdén, ahora se hace mucho más fácil comprender la sentencia del šayj. Pues lo que Allâh posee es mucho mayor de lo que poseen nuestras manos, ya que El – alabado sea – lo tiene todo.