Camino de aquellos a quienes has favorecido

Camino de aquellos a quienes has favorecido

Sobreponerse a las dificultades ha sido siempre un hándicap sicológico difícil de superar. Cuando sentimos agobio, asiduamente,  no sabemos pararnos a considerar las causas. Las prisas por liberarse de los problemas nos nublan el entendimiento. Es entonces en esos momentos que perdemos la oportunidad de solucionar los orígenes, los motivos de lo que nos angustia. Y en este marco muchos acuden a ciertas personas que consideran les pueden ser de ayuda. Claro que, esta situación, como tantas otras, es aprovechada por presuntos expertos en la materia. Estos completan su cartera de clientes por medio de las angustias ajenas.

Es ahí donde radica una clase de dependencia que, en quizás la mayor parte de los casos, sea aprovechada por personajes al uso quienes esperan en los lados del camino que alguien tropiece y caiga en “sus brazos”.

Esto último es lo que ilustra cuales son las raíces del comportamiento de las sectas. Es decir, los dirigentes de las sectas se aprovechan de la insuficiencia de los adeptos para dirigir sus vidas. Someterlos tanto en el aspecto externo como en el interior.

Una necesidad con prisas para cubrirla es sin duda lo peor que nos puede ocurrir. Algunos tienen necesidad de compañía; otros de ser valorados; otros de solucionar sus agobios emocionales; otros desean acabar con sus problemas económicos; otros andan a la búsqueda del método para “sentirse bien”.

Cuando esto ocurre, sino hay paciencia, sino hay clarividencia de objetivos y prioridades, entonces el objetivo se convierte en atacar los síntomas del problema dejando indemnes las raíces. Es así que el problema volverá, una y otra vez, resurgirá de debajo de la tierra y se mostrará en la superficie bajo diversas manifestaciones.

Ahora bien… si somos capaces de “parar el tiempo”. Suponiendo que seamos conscientes que hay que resolver las causas de estas situaciones, entonces esa atención dispensada nos acercará a una solución responsable y dichosa.

Es innegable que en algunos casos o ámbitos necesitamos la ayuda de aquellos que saben más y quieren dispensarnos ayuda de una manera desprovista de interés. Pero, siendo honestos, constatamos que no es así en la mayoría de las ocasiones.

La soledad no consiste en permanecer aislado de la gente. La soledad es sentir y sufrir cuando se encuentra uno rodeado de congéneres a los que no se puede acudir.

La fuerza interior, la solvencia personal se consiguen cuando nos hemos reforzado con la mejor de las ayudas. Esta, para los musulmanes es, sin duda alguna, es la correcta práctica de las prescripciones divinas, las cuales nos apartan de nuestro malestar interno al ponernos en contacto con Aquel que todo lo puede.

Le preguntaron al Profeta – sobre él la plegaria y la paz – sobre qué actos religiosos eran los mejores, y él dijo:

Aquellos que son hechos con el mejor recuerdo de Allâh”.

Este recuerdo apacigua el corazón e ilumina la mente; equilibra el ánimo y nos hace fuertes. La consciencia de ser musulmán inunda nuestro ser al convertirse en clarificación con la aceptación de la existencia y acción de un Señor Todo poderoso y Misericordioso. Claro que, eso no es todo…

Camino de aquellos a quienes has favorecido

Hay musulmanes que son llamados por Allâh a realizar un camino que no está abierto para todos. Es Allâh quien escoge las gentes que van a surcar esa senda, y no las gentes ellos mismos. Eso significa que Él te impone ir más allá mediante una fuerza irresistible. Es una equivocación pensar que tú elegiste el camino, porque en realidad Él te eligió sin que tu fueras partícipe.

Por este motivo muchos fracasan. No conocen las condiciones y la realidad de ese camino que lleva a Su presencia. Unos creen que ello pasa por adscribirse a una Tariqa y seguir las reuniones de dikre. Y además, de obedecer a un maestro, y asunto concluido. Como si se tratara de una fábrica que elabora productos con los que podemos llegar a la iluminación. Esto no es así; es más: esto se encuentra muy lejos de ser así.

Lo podemos comprender si recordamos que Sidi ˤAlî al Ŷamal solamente contaba con un discípulo: el Šayj Mawlay al ˤArabi a-d-Darqawi – que Allâh esté satisfecho de ambos -. Este hecho desbarata cualquier suposición de que para transitar por el “camino de aquellos a quienes has favorecido” sea necesario adscribirse a un grupo más o menos numeroso. Y peor aun es si hay que someterse a una disciplina semi militar, tal y como ocurre en la mayoría de los grupos que se anuncian como la solución a las aspiraciones elevadas. Esto, suponiendo que sepan de qué hablan cuando lo hacen de espiritualidad.

Este camino es el de la purificación del nafs y solamente necesita tres elementos: un discípulo sincero, un maestro verdadero y competente; una línea ininterrumpida de transmisión espiritual (silsila) que proceda desde el profeta Muhammad – sobre él la plegaria y la paz -. Cuando uno se apoya en el grupo, e interpreta esto como una condición absolutamente necesaria, está confesando su propia debilidad y/o falta de resolución.

Sesiones interminables de dikre y de invocaciones. En estos tiempos, y sobre todo cuando no son dirigidas por maestros competentes, resultan ser una pérdida de tiempo desde el punto de vista de la purificación del nafs. Mucho peor es cuando se trata del cumplimiento de órdenes de tal o cual falso maestro que busca así tener a sus súbditos entretenidos y sometidos a su presunta “valía espiritual”.

No estamos criticando el dikre, sino que estamos diciendo que si no se cumplen sus condiciones, entonces no resulta ser otra cosa que la pretensión de subir a la Luna solamente porque dispongamos de un telescopio. Seguiremos a la misma distancia aunque nos parezca estar más cerca.

Así pues, en el camino de la purificación del alma no hay compañero ni compañera que nos “solvente la papeleta”. Somos nosotros cara a Allâh – único y sin asociados a El-.