Allah enaltece a quien se humilla

¡Por esta tierra segura! Que en verdad creamos al hombre en la mejor armonía, y luego lo convertimos en uno de los más bajos.
Excepto los que creen y llevan a cabo las acciones de bien, porque ellos tendrán una recompensa que no cesa. (95 – 3 a 6)

Efectivamente, como dice Allah en el Corán, el Hombre no es solamente una creación más del Señor de los mundos, sino la creación más significativa, tal y como lo podemos observar en la creación de Adam y la exigencia divina para que los ángeles se postraran ante él, siendo esta postración signo de reconocimiento a la superioridad de Adam sobre ellos mismos.

Sin embargo, esta creación sublime de Allah lleva en ella misma la semilla de la sedición y del envilecimiento; y a raíz de eso Allah nos advierte que solamente aquellos que creen y hacen obras puras conservan el estatus propio de esa noble naturaleza que les ha sido conferida.

El envilecimiento es resultado por una parte de dejarse llevar por la naturaleza animal que es propia al ser humano, prescindiendo de la semilla del Bien que asimismo le ha sido conferida. Por otra parte, asimismo dicha bajeza procede de dejarse dominar por el orgullo, la soberbia y la codicia procedentes de las sugestiones del enemigo del Ser humano, es decir, el chaytan.

Allah no ama el orgullo ni el auto enaltecimiento. El nos dice en un hadiz qudsi que el Orgullo es Su manto y que enorgullecerse le conviene solamente a El. Por eso El Mismo detesta que una criatura, por muy noble que sea su naturaleza, se auto otorgue valía, poder o cualquier otra cualidad que tienda a enaltecer su persona como siendo un ser de orden superior; ya sea en él mismo o en comparación con otros.

Por esto mismo el Corán nos da ejemplos como el de Faraón o Nimrod quienes llegaron a creerse dioses ellos mismos.

Musa (Moisés) – sobre él la paz – tenía el corazón entregado, sometido a las órdenes divinas; no tenía en él mismo un ápice de auto satisfacción. A esto contribuyó seguramente la dificultad que tenía en el habla debido a haberse quemado la lengua con un tizón, y seguramente el haber quitado la vida a un hombre aunque seguramente fuera de manera legítima. Príncipe en un principio, fue proscrito y privado de todo; y en esas condiciones llegó a Shwayb como discípulo, siendo, como lo fue después, todo un profeta y enviado.

Por este sentimiento de Musa de no ser nada, de no creerse nadie, Allah le tomó como confidente y le habló directamente a él. Y aún a pesar de hablar con Allah, hubo, como se dice en la Surat al Kahf, de plantearse viajar meses hasta encontrar al Jadir a fin de aprender de éste la ciencia que Allah le había conferido.

Sayyidina Nuh – sobre él la paz – se sintió maravillado y agradecido cuando el arca se posó en el monte Yuldi. Sintió que Allah le había escogido sobre todos los seres creados de la tierra, y aun así no se enalteció, se postró ante El y Le dio las gracias por el honor que le había sido concedido.

Yussuf – alayhi-s-salam – aun siendo profeta pasó días en el pozo y años en prisión. Incluso cuando fue elevado a la nobleza y el poder mantuvo su sentimiento de bajeza y de impotencia llegando a ser un gobernante misericordioso y generoso con un pueblo que no era el suyo.

Todo aquél que se rebaja, que se considera nada y nadie, un día u otro es enaltecido por Allah. Pues la sumisión y la adoración no es realizar una serie de actos y plegarias sino guardar dentro de uno mismo la idea de la bajeza de su propia condición. La idea de ser un ser necesitado, incompleto e incapaz. Es así que cuando uno guarda esta idea de si mismo en lo hondo de su corazón es enaltecido y eenoblecido por Allah tal y como Musa lo fue ante su pueblo; tal y como Yussuf  lo fue con el pueblo egipcio. A quien no es nada toda la creación le ama; a quien se cree tener todo, todos huyen de su presencia.

Un suyud real, una postración con alma, hecha por un corazón luminoso que comprende que todo cuanto tiene procede de lo alto.

En una ocasión, en Bagdad, Umar Ibn al Jattab pudo ver a un hombre que iba montado sobre un caballo. Su porte era noble aun sin ir vestido con riquezas. Tan noble se le veía que las gentes le tomaron por alguien y algunos hacían que la muchedumbre se apartara al paso de su caballo. Al tiempo, Umar vino a ver de nuevo a este hombre en la Meca; iba vestido como un pobre, descalzo, diríase de él que fuese un mendigo sino fuera porque no pedía nada a nadie.

Umar le saludó y le preguntó cómo era posible que en Bagdad la gente se apartara a su paso y en Meca nadie se acercaba a él. El hombre dijo:

Príncipe de los creyentes; cuando estoy aquí yo me comporto como lo que soy, una nada, un nadie, ante el Creador. Y cuando llego a Bagdad, sin saber porqué la gente se aparta de mi camino por respeto. Yo no hago nada para ello y antes me preguntaba por qué ocurría algo así. Luego comprendí que es porque yo me humillo de corazón ante Allah y no me tengo por nadie ante la gente, y debido a esto Allah me ennoblece y hace que las gentes sin razón vean algo en mí”.

Es por eso hermanos que muchos han perdido el Norte creyendo que son ellos los que deben dirigir a los musulmanes, que están cualificados y que son dotados más que otros. El orgullo les ciega, y no solamente les perjudica a ellos mismos sino que daña a todos los hermanos a quienes su sombra extendida les priva del bien y de la guía. Por eso cuando veáis a alguien que es alabado por unos y por otros y él se mantiene en esa situación como si esos elogios le correspondieran, entonces debéis huir de él y tomar nota de lo que vosotros nunca deberéis ser.

Los grandes sabios, los grandes hombres de la Religión que enseñaron ciencias profundas y crearon escuelas de obligado seguimiento lo pudieron hacer porque se humillaron ante su Señor y no alzaron el hombro sobre los musulmanes. Porque ellos se consideraban los más viles y no se veían mejor que nadie.

El mar es lo más grande que hay en la tierra porque es lo más bajo.

En una ocasión un maestro dijo a sus discípulos:

“Tomad este pan y dadlo a alguien cuando vosotros veáis que sois mejores que él”.

Todos los discípulos regresaron sin el pan, pues habían encontrado alguien que era peor que ellos. Pero un discípulo regresó con su pan; y cuando el maestro le preguntó por qué, él dijo:

“He andado por toda la ciudad y he constatado que todos eran mejores que yo; por eso he vuelto con el pan”.

Entonces el maestro le dijo:

“Se vé, hijo mío, que en el futuro serás un cumplido chayj”