Allá donde los universos se funden
Abdul Karim Mullor
Allá donde se funden los universos
Cuando el Ser humano vive imbuido en sus capacidades sensoriales y mentales, si se da únicamente a ellas como la única vía de consciencia de lo que es, surge la angustia. Esta es el resultado del malestar experimentado por una consciencia subyacente que se encuentra aprisionada por lo que la persona experimenta como realidad. La consciencia inmanente sufre por su prisión, por su falta de libertad, ya que, su estado normal debería ser salir a la superficie y visualizar su propia realidad tomando las riendas de la percepción Humana hasta llegar a ser ella la única protagonista.
Ahora bien, cuando esto ocurre, la única manera de desembarazarse de esa angustia vital es tomar consciencia de la existencia de una Realidad superior a la que buscar, y en su caso vincularse. Esto, que podría ser visto por los detractores de la Religión como un acto de fe ciega, no es otra cosa que una necesidad inherente al Ser humano, el cual, de una manera u otra, busca su equilibrio a fin de poder gozar de todas sus posibilidades potenciales.
Es así que los actos religiosos son los únicos que, al menos en una discreta medida, pueden separarnos de la angustia, ya que con ellos llamamos a la Presencia divina que todo lo apacigua; es así que, aún preso de ese grado de consciencia perceptiva y sensorial, el Ser humano puede experimentar un alivio y un equilibrio, pues, de una manera u otra, se siente conectado con lo alto, con lo sublime.
Dice nuestro Santo Profeta Muḥammad – sobre él la plegaria y la paz -:
Los hombres están dormidos y cuando mueren despiertan
Hay dos clases de muerte, tal y como muestra este hadiz:
Morid antes de que os llegue la muerte
Esta primera muerte, no física, es aquella que experimentamos cuando renunciamos a nuestra voluntad para aceptar y seguir la Divina; por eso Allâh dice en el Corán:
Es cierto que Allâh ha comprado a los verdaderos creyentes sus almas y sus riquezas… (9-111)
En virtud de esto, podemos decir que cuando Allâh compra o adquiere, esa propiedad ya no puede cambiar de mano. Es decir, al hilo de lo que estábamos planteando, la voluntad de esas almas ha desaparecido, ha muerto, para plegarse a la Divina. Y es esta la muerte que el Profeta señala que se ha de probar antes de gustar la corporal, que, esa sí, llegará para todos, no como la anterior que sucede únicamente a los verdaderos creyentes.
Sea como fuere, la muerte es la puerta de la Vida, pues dice el Libro Sagrado que Allâh hace salir la vida de la muerte; y esto es innegable.
El alma liberada y purificada se hace una con el Ruḥ y la consciencia cambia de plano, percibiendo desde ese momento la Realidad tal cual es, no una parte de la realidad como se contempla con el estado normal de la consciencia. Podemos deducir de esto que el estado normal de la consciencia es una prisión, tal y como dice este hadiz:
La Dunia es la prisión del verdadero creyente
En tanto verdaderos creyentes, siempre que Allâh nos dignifique con ese estatus, podemos decir que la realidad que podemos observar no es la misma que observan los musulmanes, sino que presenta una fuerza mayor, la cual podemos fácilmente captar al haber vivido ambas consciencias pudiendo así establecer la diferencia. Pero tampoco la consciencia de un musulmán que no llega al estatus de verdadero creyente (mu’min) es igual que la del increyente, ya que en la del musulmán existen un equilibrio y una paz que no experimenta el resto. Es así que podemos decir que esto último evita la enfermedad de la angustia y del desasosiego.
Por ello, cuando animamos a los no musulmanes a islamizarse es con el conocimiento pleno de que les queremos otorgar un Bien desconocido por ellos, aunque ellos sientan desde su inconsciencia que no lo hacemos por bondad sino por interés. Tal vez, porque ellos no comprendan que pueda haber en los corazones otra cosa que el interés egoísta y la soberbia de creerse superior; pero no es así. Los verdaderos creyentes, si Allâh quiere contarnos entre ellos, queremos el Bien de la Humanidad entera, y este es un sentimiento real y efectivo. Sin buscar nada a cambio, sin otra intención que la de hacer el Bien y ser una misericordia como Muḥammad – ˤalayhi-ṣ-ṣalatu wa-s-salam – lo es para los mundos.
Esa nueva consciencia renovada, esa visión de las realidades, es una Gracia de Allâh, y ella se encontraba antes en potencia en nuestros corazones. Es como el despuntar del alba después de una noche oscura; la noche de la Dunia, la noche de una realidad ficticia que esconde detrás de ella la verdadera, que aún no se ha revelado.
Allá donde los universos se funden; la confluencia de los dos mares.