Algo de Psicología
Abdul Karim Mullor
Algo de Psicología
A-s-salamu ˤalaykum – La paz sobre vosotros
Hoy vamos a hablar sobre Psicología Islámica desde el punto de vista de las trabas que nos ponemos a nosotros mismos; trabas estas que nos impiden avanzar como nación bien avenida.
De los impedimentos que nos fabricamos para ser hermanos de verdad; de los amores y de los odios (o manías); de querer ser “los mejores” en cualquier circunstancia, y el culmen de la inteligencia y de la virtud. ¡Quién da más!
Relató Nuˤman Ibn Bašir que el Santo Profeta – sobre él la plegaria y la paz – dijo:
“El ejemplo de los creyentes en su amor mutuo, misericordia y colaboración es como el cuerpo humano: si se duele de un órgano, se resiente el resto del cuerpo por la fiebre y el insomnio” Bujari y Muslim.
No sé por qué muchos no han tomado consciencia de esto, y se dedican a dejarse llevar por los deseos de sus almas, viendo a sus hermanos, en lugar de como compañeros e iguales, a objetos de los cuales obtener beneficios propios. Es debido a esta enfermedad del alma que el Profeta dijo nuevamente:
Relató Anas – que Allâh esté satisfecho de él que dijo el Profeta, – sobre él la plegaria y la paz –:“Ninguno de vosotros será verdaderamente creyente mientras no quiera para su hermano lo que quiere para sí mismo.”
Ahora bien, a pesar de esto, que por cierto es argumentado a veces de modo artero para echar a otro las culpas que son propias, vemos entre muchos de los musulmanes actuales una falta de solidaridad y de compromiso que raya el egoísmo y la ausencia de compañerismo y de misericordia.
Todas esas doctrinas supremacistas, a las que yo siempre he llamado “apartheid religioso”, sirven para crear un grupo de élite que no es otra cosa que una soldadesca al servicio de gentes cuya nafs es más elevada que las montañas y cuyo corazón es más lóbrego que las cuevas más abisales.
Creerse “el mejor” o “los mejores” es justamente lo opuesto del comportamiento que nos exigen, tanto el Corán como la Sunna. Pues el orgullo y la soberbia son lo contrario de la solidaridad, la compasión y el amor.
Echamos en falta esos corazones cálidos que buscan a unos y a otros para hacer el bien; de esas almas blancas que andan siempre a la busca de alguien para aliviar; que son felices cuando se desprenden de lo suyo para ofrecérselo a otros, sin pedir nada a cambio en materia de bienes o de consideración hacia sus personas.
El reclamo publicitario de grupos que pregonan ser la solución, similar al de los predicadores protestantes tan famosos y protuberantes al otro lado del Atlántico, no es otra cosa que la caza al cándido, al crédulo; siempre apoyándose en argumentos fantásticos propios de las hazañas griegas relatadas por aquel Homero que todos estudiamos en nuestra juventud. Uno es Ulises, otro Eneas, otro Ayax, otro Hércules, héroes todos de hazañas youtubescas.
Peor aun cuando se toma como marco de comportamiento aquellos personajes de Disneylandia donde toda locura fantástica toma realidad. Y así tenemos Pinochos, Blancanieves y Peeteres Panes a diestra y a siniestra amenizando al auditorio, el cual, a falta de elefantes y trapecistas, aplaude las piruetas dialécticas de los contorsionistas de turno que retuercen las palabras haciendo creer que el sol sea una vela y que de la chistera salga un mono saltarín.
Pero nada de amor, nada de desprendimiento, de generosidad, de zambullirse en el océano de la misericordia con todas sus consecuencias, y viajar a ese mundo real que nos acogerá brazos abiertos mostrándose en todo su esplendor.
Las aversiones y los amores injustificados
No es igual amar y detestar lo que o a quien Allâh ama o detesta, que hacerlo con lo que y con quien nuestra alma ama o detesta. Los principios que rigen ambas cosas suelen ser diametralmente opuestos. La primera disposición nace de la sinceridad, la honestidad y el conocimiento de la verdad, mientras que en el segundo caso nos estamos dejando llevar por la parcialidad de nuestra alma rebelde.
El odio o la animadversión del alma se produce por querer ver plasmados en otros los propios vicios, la propia oscuridad o maldad que nos alberga, siendo como es demasiado duro reconocerlos en uno mismo. Esta ceguera compulsiva siempre interpretará de manera equivocada los actos de otros a quienes se ha decidido hacer cargar con los sacos de los propios malos sentimientos.
Y, como Šaytan sabe hacer su trabajo, para crear división y extravío, viendo que tal o cual alma se encuentra dispuesta a odiar, siempre intentará que el objeto de ese odio sean los verdaderos creyentes o los propios ‘awliyya. Este defecto, opuesto a toda recomendación del Corán y de la Sunna, ha sido históricamente el detonante de todo cuanto han debido de padecer los hombres y las mujeres de Allâh en lo que se refiere a animadversión de sus enemigos.
En lo que se concierne a la persona que emite y admite el odio entonces podemos decir que, si lleva estos sentimientos a un determinado punto, se encontrará sin duda con la Cólera Divina, pues como dice el hadiz qudsi:
“A quien perjudique a uno de mis ‘awliyya (íntimos), Yo le declaro la guerra…”
Es así que cuando se odia a las personas equivocadas se termina amando a quien no lo merece; pues si por el odio se ha roto el vínculo sagrado que debería unir a los unos con los otros, entonces el amor también se contamina con el apego a quienes no son dignos de él; es decir: se ama al malo y se odia al bueno.
Volviendo al bien
Volviendo de nuevo a aquello que nos hace más generosos y hospitalarios, que es el desapego material y el espíritu de solidaridad y compañerismo, uno no se explica de qué manera ha podido desaparecer del corazón de tanta gente.
El avaro evita al necesitado, a no ser de que para ser considerado le ofrezca en público las migajas.
¡Cuánto predicador que tiene a buen resguardo su faldriquera, cuando con palabras melosas se dispone hablar del bien!
¡Hablar, todos hablamos, pero dar…eso es otra cosa!
Aquél que sabe que todo cuanto tiene no es suyo, sino que procede de la generosidad de Allâh ¿cómo no repartiría y ayudaría al necesitado? ¿Cómo guardaría para sí, sabiendo en plena consciencia que lo recibió como un regalo, no por sus méritos, sino por la Toda Gracia de Allâh Misericordioso?
Hablamos de conciencia, pero ¿cómo puede haber conciencia donde falta la consciencia?
Conclusión
Estas son las cosas que nos separan los unos de los otros.
Todo lo expuesto es lo causante de esa falta de unidad, de esa confianza mutua, de esa camaradería necesaria entre unos y otros que nos podría llevar a la felicidad social y a la creación de un grupo de creyentes sólido como las montañas; ligero como el viento, beneficioso como la lluvia y vital como los frutos de la tierra y del mar.
Que Allâh nos ayude y nos dé Su luz, Dunya y Ajira.