Al-Zuhd (El desapego)
Diccionario de términos sufíes de Sidi Aḥmed ben ˁAǧiba.
Traducción y notas de El Mehdi Flores
Dice el šeij Sidi Aḥmad ben ˁAǧiba:
El desapego es vaciar el corazón de todo apego que no sea Dios. Es la indiferencia del corazón respecto a este mundo y el desinterés del ego por él.
El desapego del común de los creyentes es el abandono de cualquier cosa que no sea estrictamente necesaria, el de los selectos el abandono de todo lo que les pueda distraer del acercamiento a Dios en cualquier estado y situación, el desapego de los escogidos entre los selectos es abandonar en todo momento la contemplación de todo lo que no sea Dios. En una palabra, es la indiferencia del corazón a todo lo que no sea Dios y a todo deseo que no sea el deseo por el Amado. Este es el método para degustar el Amor divino, como dijo el Profeta (Allah lo bendiga y le de la paz): ‘Desapégate de este mundo y Dios te amará’. Esa es la razón de nuestra vía y su meta, pues no puede el corazón peregrinar hacia Dios si está entretenido con algo que no sea el Amado.
Comentario
Para el sufí este mundo es semejante a un sueño elaborado por la psique humana a partir del mundo real y verdadero, (al-ḥaqq) que ocupa un nivel ontológico superior. Es por eso que no podemos negar la realidad relativa de este mundo, lo mismo que no podemos negar la realidad relativa de los sueños porque estos están soportados por la Realidad absoluta. Allāh es el que soporta o sustenta todas las realidades, de ahí el nombre divino de al-qayyūm (el sustentador).
En el sufismo se distinguen tres grados de realidad: el grado superior llamado ǧabarūt, es decir, el mundo del Espíritu, el del malakūt, el mundo subjetivo e intermedio del alma y el del mulk, mundo objetivo, al que denominamos mundo exterior o mundo físico.
Lo mismo que el que sueña y despierta se da cuenta de la realidad subjetiva y limitada de su sueño, así también el que logra anular o descorrer el velo de la psique (nafs) encargada de fabricar el sueño de nuestra realidad limitada, podrá acceder al mundo de la Realidad, al mundo de las cosas ‘tal como son’. Una de las súplicas que solía repetir el Profeta Muḥammad era: ‘Dios mío, muéstrame las cosas tal como son’. Esa anulación de la psique significa la muerte del ego y esa es, como dice el šeyj Al-ˁAlawī, la verdadera muerte (mawt) mientras que la muerte física sin esa muerte psíquica es solo un ‘tránsito’ (fawt) que no libera al ser humano de su ego y no le posibilita el acceso a la Realidad espitual. Por eso es tan importante liberarse del filtro de la nafs antes de la muerte física, como dijo el Profeta: ‘Mutū qabla an tamūtū’ (Morid antes de morir).
Para el sufí, el mundo es una elaboración de la mente que toma las realidades (ḥaqāˀiq) del ǧabarūt y las rebaja convirtiéndolas en realidades limitadas del malakūt, dentro de una forma espacial y temporal, pues el espacio y el tiempo son el molde (qālib) donde tiene lugar la manifestación ( taǧalli ) o existencialización ( iǧād ) del mundo espiritual.
El ǧabarūt es el nivel (ḥaḍra) del Espíritu, un océano sin orillas, mundo de la Consciencia y la Dicha, mundo de infinitos niveles de profundidad que muestran a Dios a la vez que lo esconden, puesto que Dios se oculta tras Su propia manifestación. Como dijo en una ocasión el maestro sufí Ḏū-l-Nūn el egipcio: ‘El viaje hacia Dios es infinito puesto que el Amado es infinito’. El Profeta Muḥammad ya había transmitido a sus compañeros esta misma verdad: ‘Las inteligencias (ˁuqūl ) celestiales Lo buscan en los cielos igual que vosotros Lo buscáis en este mundo’. Pues Allah se oculta tras setenta mil velos de luz y setenta mil velos de sombra, como reza un hadiz. Ibn ˁArabī lo expresa maravillosamente: «Siempre seremos caminantes, siempre a la zaga de Sus pasos’.
El método sufí para alcanzar el mundo del ǧabarūt emana directamente del Corán y se centra en lograr la anulación de la nafs, el ego o el alma, es decir, en descorrer ese velo que impide acceder al otro mundo superior. Es lo que se denomina el esfuerzo o el ǧihād con vistas a someter a la nafs, mediante un método que combina la atención total y la remembraza permanente de Dios (ḏikru-LLāh) y que comienza por el apartarse (zuhd) de todo aquello que nos distraiga de ese objetivo. Se inicia con el abandono de todas las cosas físicas que obstaculizan este propósito, después con todos los pensamientos, sentimientos, ideas, emociones o máscaras personales que perturben o impidan el recuerdo de Dios y se concluye por el abandono de toda pretensión o intento de comprender con la mente la Realidad absoluta. Como dijo Abū Bakr, el primer califa del islam: «Reconocer la incapacidad de comprenderlo (con la razón), es ya el comienzo de la comprensión». El ego no puede comprenderLo, sin embargo, el corazón (qalb) sí. El sufí parte de su razón para descender a la dimensión del corazón. El corazón es un plano de conciencia más profundo que el egoico o mental, que es el plano racional. La mente racional solo puede reconocer ‘lo que no es real’ pero no lo que es real. Por eso decimos que el sufismo es ‘la vía del corazón’.
El abandono de lo que no es Real es lo que se conoce propiamente como zuhd, desapego. Este proceso es la vía espiritual sufí que conduce a la puerta del mundo del ǧabarūt, la entrada en él siempre es y será una gracia divina (niˁma). El servidor, a pesar de todos sus méritos, no tiene derecho alguno a exigir nada de Dios y «Dios gratifica a quien quiere sin límite alguno». Como dijo una vez el Profeta: – ‘Nadie entrará en el Paraíso por sus propios méritos’. A lo que uno de sus compañeros replicó: – ¿Ni siquiera tú, oh enviado de Dios? – Ni siquiera yo, respondió el profeta, si Dios no me cubre con Su misericordia’. Sin embargo el Corán nos reconforta diciendo: ‘Dios ha garantizado a sus siervos el Paraíso a cambio de sus almas’. El que entrega su alma a Dios, el musulmán o múslim (múslim proviene del término islām que significa entrega y musulmán significa ‘el que entrega su alma a Dios’ ) tiene pues garantizado el Paraíso pues Dios es fiel a Su palabra.
La guía (hudan) para llegar directamente ahí no es otra pues que el Corán, el ‘camino recto’ del que el sufismo es su expresión más profunda y el que lo sigue no corre peligro de extraviarse y perderse en el laberinto de la mente. Por eso el islam es una misericordia para todos.
Que el Corán es la guía por antonomasia nos lo demuestra el testimonio de los numerosos sufíes que han alcanzado esa Realidad inefable y que nos han transmitido su vivencia del mejor modo posible, a pesar de la dificultad de expresar lo inefable.
Depende ya de la inteligencia y voluntad de cada uno en querer seguir ese camino recto o no.
¡Bendito sea Dios por habernos dado una guía tan clara y por el Profeta Muḥammad que nos la ha transmitido. Dios lo bendiga siempre y lo guarde!.
Vocabulario
zuhd: abstención voluntaria, renuncia, desapego, desinterés, ascetismo, del verbo záhada, yázhudu: renunciar, abstenerse de algo, desinteresarse, consagrarse al servicio divino, tener algo por insignificante, hacerse asceta.
juluw: vaciedad, vacuidad, privación, liberación, nombre verbal del verbo jalà, jalū, estar vacío, estar libre de, prescindir, recogerse, retirase. De esta misma raíz proviene el término jalwa, retiro practicado por sufíes. Este término juluw coincide en la teología cristiana, con la kénosis (del griego κένωσις: «vaciamiento»), es el vaciamiento del alma para llegar a ser completamente receptivo a Dios.
taˁalluq: apego, conexión, adhesión, nombre verbal del verbo ˁáliqa, yáˁlaqu: colgar, estar pegado, adherido, apegarse. De esta raíz proviene la también la palabraˁalaq, ‘sanguijuela, coágulo de sangre’ que da nombre a una azora del Corán.
rabb, pl. arbāb: señor, dueño, el Señor (uno de los nombres de Dios), de ahí la expresión rabbu-l-ˁālamīn: Señor del Universo y rubūbiyya: señoría, dominio. Ibn ˁArabī dsitingue bien entre Dios (Allāh) y el Señor (Rabb). Este último es la forma como Allāh se muestra y es conocido por cada criatura o ˁabd. Es el Dios personal, que se manifiesta a través de la criatura a la medida de su capacidad y de su voluntad. El ser humano se convierte así en el medio por el que Dios deja de ser un Tesoro Oculto para ser conocido y adorado. Como dice el hadiz qudsí: ‘Yo era un tesoro oculto y amé ser conocido, por eso he creado a mis criaturas, para ser conocido y adorado’. Como acierta a decir Ibn ˁArabī : ‘Él es tu padre, pero tú eres Su madre. Conociéndole le das a luz’. Por eso, cada ser humano es responsable de su Señor y por ello deberá responder a la pregunta de Dios el día en que se le pedirá cuentas (yawmu-d-dīn): ¿Qué has hecho de mi? ¿De qué forma me has mostrado en tu vida? Y en función de la respuesta Dios se mostrará a su siervo en la misma forma que el siervo lo ha mostrado a Él.
burūda: frialdad, indiferencia, desinterés, del verbo bárada, yábrudu: estar frío, enfriarse, perder el interés por.
dunyā: el bajo mundo, este mundo, del adjetivo femenino en grado comparativo adnà, (femenino) dunyā: más cercano, más bajo, más vil, más insignificante, del verbo danā, yadnū: estar cerca, acercarse, ser bajo, vil. De aquí el adjetivo dunyawi: mundano, mundanal.
ˁuzūf: desinterés, abstención, del verbo ˁázafa, yáˁzifu : desentenderse, abstenerse, detestar, estar cansando de.
nafs: ego, alma, psique, mente, de una raíz n-f-s que significa entre otros significados, respirar, tomar aliento, animar. La esfera del alma es un ámbito intermedio (barzaj) entre la realidad física objetiva y la espiritual.
taqarrub: acción de aproximarse, acercamiento gradual, del verbo qáruba, yáqrubu: acercarse. Los muqarrabūn son los adelantados de entre los musulmanes en el camino hacia Dios.
ḥāl: estado, condición, estado espiritual, del verbo ḥāla, yaḥūlu: cambiar, transformarse, convertirse en. En el sufismo, el ḥāl es un estado transitorio, lo que le distingue del maqām, que es ya una ‘morada’ o estado consolidado.
waqt, pl. awqāt: momento, tiempo, del verbo wáqata, yáqitu: fijar un tiempo, establecer un horario. El sufí es calificado como ‘ibnu-l-waqt‘, hijo del momento, es decir, anclado en el presente, en el aquí y ahora, pues su mente no proyecta nada hacia el futuro ni se preocupa ya del pasado.
ḥabīb: amado, amante, del verbo aḥabba, yuḥibbu: amar. ḥabību-llāh: el amado de Dios, calificativo del profeta Muḥammad.
maḥabba: amor, de la misma raíz que ḥabīb.