Al-jawf (El miedo)

Diccionario de términos sufíes de Sidi Aḥmed ben ˁAǧiba.

Traducción y comentario por El Mehdi Flores

Dice el šeyj Aḥmad ben ˁAǧība:

El miedo es una perturbación del corazón por tener que afrontar algo odioso o perder algo deseado y sus frutos son un impulso a la obediencia (para con Dios) y la huída de la desobediencia. Si el miedo se manifesta escaso, (ese impulso y esa huída) son mera pretensión. El miedo del común (de los musulmanes) es al castigo y a perder la recompensa que dan las buenas obras. El miedo de los selectos es al reproche y a perder la cercanía con Dios. El miedo de los elegidos entre los selectos es a ser velados de la Presencia divina por mostrar un comportamiento descortés para con Dios.

Comentario

Sidi Aḥmad ben ˁAǧiba procede a la hora de explicar cada vocablo de su diccionario del siguiente modo: Al inicio de cada explicación da una definición general del término, siempre por supuesto dentro del ámbito religioso islámico, dado que el libro va destinado a lectores musulmanes y a continuación expone los diferentes matices del mismo según el grado de comprensión de lo que el llama al-ˁāmma, el común de los musulmanes, al-jaṣṣa: la élite, los selectos y la jaṣṣatu-l-jaṣṣa: los elegidos de entre los selectos. Las últimas dos categorías describen a los sufíes que están más o menos avanzados en la vía espiritual. Estos últimos se caracterizan por haberse purificado de los pecados más burdos y haber adquirido una intimidad y una hipersensiblidad en su relación con Dios que hacen, por ejemplo, que un instante de distracción del recuerdo de Allah sea equiparable para ellos a lo que supone un pecado grave para el común de los musulmanes, reportándoles un dolor similar al del que comete una falta grave. El šeyj sidi Aḥmad al-ˁAlawī dice en su comentario de los ikam de Abu Madian que «en el paraíso, los ˁarifin (los gnósticos) aullan de dolor lo mismo que los condenados en el infierno cuando se distraen por un instante del recuerdo de Allah».

Esa hipersensibilidad para con Dios es una de las características del profeta Muhammad que le hacía sumamente sumiso a la voluntad de su Dueño (Rabb) hasta alcanzar, el grado máximo de la ˁubudiyya (la servidumbre), sin rastro alguno de señorío (rububiyya). Cuenta un fámulo de Jadicha, la primera esposa del profeta, al respecto de esta cualidad de Muhammad: «En todos los años que permanecí en su casa, nunca me ordenó nada».

La definición general que Sidi Aḥmad ben ˁAǧiba da del miedo es la de una perturbación del corazón (inziˁāǧu-l-qalb). El corazón en la ciencia del sufismo no es una simple bomba de sangre sino que es el órgano principal del cuerpo, que piensa, se emociona, recuerda y que toma decisiones que afectan al cerebro. Es por decirlo así el primer cerebro del ser humano, el más profundo y que, a diferencia del cerebro alojado en la cabeza, tiene su manera propia de razonar.

Así como el cerebro tiene una lógica basada en el análisis, el corazón opera con una lógica basada en el amor, que es la energía sutil que empapa y sustenta toda la realidad. Según esto, como bien dice Ibn al-ˁArabī, la capacidad de comprender la realidad depende de la capacidad de amar: «la medida de tu conocimiento es la medida de tu amor».

Esta enseñanza emana directamente del Corán donde la doctrina del corazón ocupa un lugar eminente.

El miedo, según dice el šeij, es una perturbación del corazón por tener que afrontar algo que se considera odioso (makrūh) y que provoca repulsa o la pérdida de lo que se desea (margūb). Estos dos movimientos son los aspectos de las dos manos del Todo Misericordioso (Raḥmān), a saber, el aspecto de al-ǧamāl (la belleza, lo atractivo) y de al-ǧalāl (la majestad, lo repulsivo) que, como el yin y el yang de la cosmovisión tradicional china, salvando las distancias, son de naturaleza dinámica y manifiestan en conjunto la perfección (al-kamāl) de la creación.

Los frutos de esta perturbación son para el musulmán un renovado impulso por agradar a Dios y la huída de todo lo que pudiera desagradarLe. Para ello, dice el maestro, el miedo debe ser suficientemente intenso como para poner en marcha ese proceso, de otra manera, se puede quedar todo en un mera declaración de intenciones, en una vana pretensión.

El miedo es pues es un motor que hace posible la conversión (ināba) y tiene por tanto una función pedagógoca positiva dentro del pensamiento sufí.

Y ¿a qué puede tener miedo un musulmán? En el caso de la primera categoría de creyentes, al-ˁāmma, se trata del miedo al castigo por las malas obras y a perder la recompensa que procuran en esta vida y al otra las buenas acciones (āliḥāt).

El Corán insiste mucho sobre las consecuencias de nuestros actos y habla de los premios y castigos que derivan de ellos. Según nos transmite el Corán, el ser humano se distingue de los demás animales por su capacidad de elegir, por su libre albedrío, (ijtiyār) que, aunque limitado como el hombre, permite al ser humano elegir entre actuar bien o actuar mal.

El Corán asemeja el mecanismo de esa retribución de premios y castigos a un balanza (mizān) que corrige automáticamente los desequilibrios que rompan la armonía de la creación. Para el ser humano, destinado a regresar al seno de la divinidad ( «Somos de Dios y a Él estamos regresando» ) existen dos vías de retorno, una que conduce a la luz (nūr) y otra al fuego (nār).

Ambas palabras, nūr y nār comparten en árabe una misma raíz (n-w-r) y son expresión del ǧamāl y del ǧalāl respectivamente. El corazón purificado del múslim va adquiriendo la naturaleza de la luz según el grado de su purificación mientras que el corazón malvado que rechaza purificarse tendrá que ser purificado mediante el fuego espiritual. Una vez purificado en la ǧahannam, la criatura permanece para siempre en ella (fīha jālidūn) como enseña el Corán, aunque ya no sea afectado por el fuego, porque ha adoptado su misma naturaleza ígnea, tal como enseña Ibn ˁArabī. Es decir, el retorno a Dios al que todos estamos llamados, puede hacerse por estas dos vías, o bien por la vía del bien, que corresponde al ǧamāl o bien por la vía del mal que corresponde al ǧalāl. Tanto el paraíso (al-ǧanna) como la ǧahannam son pues dos aspectos de la Misericordia de Dios (Raḥma) que todo lo abarca.

Existe una tendencia en la actualidad a minimizar la importancia del «infierno» dado que no casa muy bien con la idea de un Dios que es amor. Sin embargo, se suele olvidar que Dios es también justo y que la injusticia no puede quedar sin consecuencias dado que es un desequilibrio de la armonía que gobierna la creación. Solo los malvados, dice el Corán, creen que su fechorías quedarán impunes. Sin embargo, los musulmanes saben que toda obra tiene su recompensa, ya sea en forma de premio o en forma de castigo y de ahí el miedo a ofender a Dios y al prójimo con malas acciones.

La categoría de los selectos, al-jaṣṣa, por su parte, han ya domeñado las pulsiones más groseras de su alma (nafs) y no aspiran ya a los premios del paraíso, sino al Dueño de Paraíso (al-ǧār qabla-l–dār: el inquilino antes que la casa). Su dicha es obtener el Riḍwān de Dios, la Complacencia divina. Temen por tanto el reproche del Amado y el perder la cercanía de Su Presencia. Los elegidos de los selectos, jaṣṣatu-l-jaṣṣa, por su parte, temen ser velados de la Presencia divina, no por sus pecados graves o leves, que por lo general no cometen, sino por una simple descortesía hacia Su Amado. En este nivel, el tawaǧǧuh, la atención del siervo hacia su Señor es total, aunque saben que el makr de Allah (la astucia divina) no les permite bajar la guardia hasta el último suspiro de su existencia.

Sirva esta breve introducción para ilustrar la doctrina tan profunda del šeij Sidi Aḥmad ben ˁAǧiba sobre el concepto de miedo en el sufismo y que Allah nos guíe e ilumine en nuestro caminar hacia Él.

Vocabulario

inziˁāǧ: molestia, perturbación, del verbo zaˁaǧa, yazˁaǧa molestar, perturbar y de ahí la forma inzáˁaǧa turbarse, molestarse.

luḥūq: de láḥiqa,yálḥaqa alcanzar, adherirse, pegarse a, unirse a, coger, abordar

makrūh: odioso, repugnante, de la raíz kr-h: ser feo, desagradable, odioso, odiar, tener asco, acto reprobado. En el fiqh islámico, aquello que no está prohibido expresamente en el Corán o la sunna pero que no es recomendable.

fawāt: paso, trancurso, desaparición, muerte, pérdida, de fāta, yafūtu: transcurrir, pasar, expirar, perder. fāta-l-waqt: es demasiado tarde, ha pasado el tiempo.

margūb: deseado, del verbo rágiba, yárgabu: desear.

ṯamarāt: pl. de ṯamar, fruto.

nu: renacimiento, despertar, impulso encaminado a la acción, acción de levantarse de la cama, de ponerse en pie / en marcha… del verbo náhāḍa, yánhaḍu. De esta raíz el árabe moderno forma palabras como nahḍa que significa despertar, movimiento espiritual que surge y sobre todo Renacimiento, aplicado por ejemplo al Renacimiento de las artes o la cultura.

āˁa: obediencia, del verbo ṭāˁ,yaṭūˁ obedecer.

hurūb: fuga, huída, del verbo háraba, yáhrubu, huí, escapar

maˁṣiyya: desobediencia, rebeldía, pecado, del verbo ˁaṣà, yaṣī, desobedecer, rebelarse

iẓhār: manifestación, el hecho de aparecer, de mostrarse, nombre verbal del verbo áẓhara, yúẓhiru, mostrar, revelar, anunciar, explicar y este del verbo ẓáhara, yáẓharu, ser / hacerse visible, aparecer. Otros derivados: al-ẓuhr, el mediodía, la azalá del mediodía, al-ẓāhir, El Visible, el Manifiesto (Uno de los nombres de Dios) complementario de al-bāṭin, El que está oculto. Dios es a la vez el Manifiesto y el Oculto. Como dijo el šeyj Aḥmad al-ˁAlawi: «Tú Lo ves, pero no sabes que lo ves».

taqṣīr: acortamiento, reducción, deficiencia, incapacidad, del verbo qáṣṣara, yuqáṣṣiru, acortar, desistir, abstenerse de algo, fallar el blanco y este del verbo qáṣura, yáqṣuru, ser corto, hacer corto, no ser suficiente, no ser capaz de. De esta raíz proviene la palabra española macsura que designa un peqυeño recinto reservado en las mezquitas en donde se sitúa el califa o el imán durante las oraciones públicas y que sirve también para contener el sepulcro de un alguien tenido en opinión de santidad.

daˁwà: pretensión, del verbo daˁà, yadˁū: llamar al alguien, exigir, pretender, provocar a alguien, invitar, invocar, maldecir. De esta raíz tenemos la palabra duˁāˀ: súplica, daˁwa: llamamiento al islam.

ˁiqāb: castigo, pena, del verbo ˁáqaba, yáˁqubu: ir detrás, seguirse, ser la consecuencia de, perseguir a alguien, corregir, revisar un texto

fawt: paso, transcurso, desaparición, muerte, pérdida, óbito, del verbo fāt, yafūt, pasar, transcurrir, desparecer, morir, abandonar. En el lenguaje religioso tenemos la expresión fawtu-l-aǧǧ: fin de la peregrinación, (aǧǧ).

ṯawāb: recompensa (por buenas obras), recompensa en la otra vida, mérito (por buenas obras), del verbo ṭāb, yaṭūbu: devolver, y su derivado áwwaba, yuáwwibu: recompensar Dios a alguien. De ahí la palabra awwīb: fórmula empleada en la llamada a los oración del alba: aṣ-ṣalātu jayrun min al-nawm: la plegaria es mejor que el sueño.

iqtirāb: acercamiento, proximidad, del verbo iqtáraba, yaqtáribu: aproximarse y este del verbo qáruba, yáqrubu: estar cerca, acercarse, aproximarse. De esta raíz, en el ámbito del legal islámico tenemos el término taqrīb: conciliación entre las escuelas jurídicas.

iḥtiǧāb: ocultación, el hecho de ser velado, del verbo iḥtáǧaba, yaḥtáǧibu, ocultarse, velarse, sustraerse a las miradas, y este del verbo ḥáǧaba, yáḥǧubu: tapar, velar, ocultar. En el ámbito religioso tenemos las palabras ḥiǧāb: lo que separa al hombre de Dios. Velo que cubre a la mujer musulmana dejando ver solamente la cara, las manos y los pies. Amuleto de protección y ḥiǧāba: oficio de ujier o clavero en la Kaˁaba.

ˁurū: el hecho o acción de mostrar, del verbo ˁáraḍa, yáriḍu, mostrar, exponer.

ˁitāb: reproche, del verbo ˁátaba, yáˁtubu: reprochar.

sūˀu-l-ádab: mal comportamiento, falta de educación, descortesía, del verbo sāˀa, yasūˀu: actuar mal, ser malo y de adab: cortesía, urbanismo, buena educación, buenos modales. Adabu-l-islām: la ética del islam, las reglas de comportamiento del musulmán.

al-ˁāmma: la generalidad, el común, el público en general, el vulgo, de ˁamma, yaˁummu: ser o hacerse general o público, generalizarse.

al-jaṣṣa: la élite, los selectos, del verbo jaṣṣa, yajuṣṣu: distinguir, particularizar, ser característico.

jaṣṣatu-l-jaṣṣa: la flor y nata, los elegidos entre los selectos.