Acercamiento a la “Cultura del Encuentro”
Kamel Gómez
En estas líneas, vamos a transitar por varios discursos y escritos del Papa Francisco para retomar una de sus principales enseñanzas: la Cultura del Encuentro. Nuestra presentación intentará resumir a la misma como una síntesis que surge de las tensiones entre las siguientes díadas:
1- Globalización de la Indiferencia-Cultura de la Misericordia.
2- Cultura del Descarte- Cultura del Cuidado.
3- Profetas del Aislacionismo- Cultura del Diálogo.
La crítica al dios dinero, al mercado divinizado, al mito del progreso material sin límites, es la lectura que Francisco ofrece del proceso de Globalización. Esta civilización que se pasó de rosca, atrapa los corazones vacíos de espiritualidad en la trampa del consumismo. Mientras más vacíos por dentro, más nos perdemos en distracciones que nos alienan. Hay una cultura del bienestar personal que nos anestesia, que nos enceguece ante el dolor y al sufrimiento del otro. No hay reacción de nuestra parte, es «lo normal», no nos con-mueve el otro.
La globalización de la indiferencia nos quiere anclados en un narcisismo que provoca “la indiferencia hacia los demás, esa forma atea de salvación”, en palabras de Fanon. Vivimos en el infierno de lo igual, donde el otro desaparece como misterio, como enigma. Byung Chul Han nos ayuda cuando afirma que “el otro queda sometido por completo a la teleología del provecho, del cálculo económico y de la valoración. Se vuelve transparente. Se lo degrada a objeto económico”.
La Cultura de la Misericordia responde, en un primer momento, con la austeridad: hay que renunciar a convertir la realidad en objeto porque, en palabras de Francisco, “todas las criaturas están conectadas, cada uno debe ser valorado con afecto y admiración, y todos los seres nos necesitamos unos a otros”. Vale la mención a la “civilización del amor” que propone el Papa, en especial si recordamos, si repasamos por el corazón, que amor implica morir en el otro.
Entonces, la respuesta a la indiferencia parte de salir del yo narcisista, enfermo de soledad, a un nosotros que reivindica “valores que no cotizan en la bolsa, con los que no se especula ni tienen precio de mercado”.
El amor visceral
Francisco da más señales de la Cultura de la Misericordia, cuando dice que “las obras de la misericordia son ‘artesanales’: ninguna de ellas es igual a otra; nuestras manos las pueden modelar de mil modos”; y nos reclama una cercanía a los pobres, en especial para no sufrir la peor discriminación, que es no brindar atención espiritual. También, en esta necesaria revolución de la ternura, nos dice que “nunca dejen de llorar, de orar, de servir (y no hacerse servir)”.
Francisco también nos habla de compasión, palabra que vincula con el verbo griego splanchnízomai, que significa las vísceras del útero materno. En idioma árabe, también vale la comparación. Dios es el Clemente y Misericordioso, y en árabe estos dos atributos divinos pertenecen a la misma raíz que la palabra útero. Es el amor visceral, el amor que siente una madre, el que nos permite vencer a la globalización de la indiferencia.
Hay un tema muy sensible para Francisco, que representa el ejercicio de la misericordia: los refugiados. El Papa ha sido muy crítico con la Unión Europea, y ha comparado al Mediterráneo con un cementerio. Vale traer a debate el concepto de compasión que conceptualiza Nussbaum. Vayamos a los tres elementos cognitivos que tiene la compasión según esta autora:
1- el juicio de la magnitud: a alguien le ha ocurrido algo malo y grave.
2- el juicio del inmerecimiento: esa persona no ha provocado su propio sufrimiento.
3- y el juicio eudaimonista: esa persona o criatura es valiosa en mis objetivos y es un fin en sí mismo cuyo bien debe ser promovido.
Si aplicamos estos tres principios a los refugiados:
1- En el Mediterráneo familias enteras se escapan de la miseria económica, de guerras, dictaduras, etc.
2- Son víctimas, y su sufrimiento no puede ser desatendido. Justamente, el drama de los sirios y los africanos hoy, entre tantos ejemplos, señala a la globalización de la indiferencia como causa de un sufrimiento que es consecuencia de otro. El mundo desarrollado, anestesiado, mira en pantallas el sufrimiento del otro sin compasión.
3- Finalmente, y ya notando la impronta de Aristóteles, el elemento cognitivo más interesante. Poder considerar al inmigrante un fin en sí mismo, valioso, es una tarea a largo plazo. Muchas veces, cuando los Estados no pueden insertar a los inmigrantes a sus sociedades, sucede que estas sociedades pueden considerar que los inmigrantes merecen su situación.
Estos tres elementos cognitivos de la compasión podemos pensarlos como una cadena inferencial: llegamos del primero al tercero. Pero si el tercero, el considerar al inmigrante un fin en sí mismo, no funciona en la sociedad, entonces se niega el inmerecimiento y luego el juicio de la magnitud.
Queremos dejar en claro el porqué de nuestra vinculación entre la misericordia y el otro. Proponemos como ejemplos de comparación y de reflexión en primer lugar a la «Controversia de Valladolid», para llegar finalmente al reciente «Sínodo de la Amazonía» y señalar la «conversión integral» de la Iglesia que propone Francisco.
Según Boff “el cristianismo siempre se mostró sensible hacia el pobre, pero implacable y etnocéntrico frente a la diferencia cultural”. Repasemos la postura de Sepúlveda en la Controversia: “Quemar pólvora contra los indios es como quemar incienso ante el Señor”, prefiere degollar a un montón de inocentes antes que perezca un alma sin bautismo; mientras que Bartolomé de las Casas traduce la naturaleza humana en “naturaleza” cristiana. Para Bartolomé, los indios son los mejores cristianos, no puede ver en ellos más que la universalidad del espíritu cristiano.
No dudaríamos en afirmar que la misericordia es aplicada por Bartolomé; pero el otro, el indio, no habla, no es consultado por su naturaleza, es un simple espectador de su destino. No hay lugar para el otro más que como instrumento, como objeto. La misericordia no puede aplicarse desde un lugar paternalista, o desde criterios de superioridad. El otro es copartícipe, incluso podemos decir que la misericordia verdadera no está atada al fruto de nuestras acciones con el otro. En nuestra situación actual el otro desaparece, cada vez tiene menos lugar, se erosiona su presencia, y la cultura de la misericordia, al promover la cultura del encuentro, nos permite romper la proyección narcisista que nos aísla. Misericordia, encuentro, otro, para salir de la indiferencia, el aislamiento y el narcisismo. En el encuentro con el Otro hay misericordia.
Sínodo de la Amazonía
Diferentes son las conclusiones del Sínodo. El cristianismo reivindica el saber ancestral indígena, valora sus enseñanzas “aún no afectadas por el influjo de la civilización occidental”. Incluso el Sínodo rechaza al colonialismo, al definirlo como “la imposición de determinados modos de vivir de unos pueblos sobre otros, tanto económica, cultural o religiosamente”. Se reconoce la “realidad pluriétnica, pluricultural y plurireligiosa de la Amazonía”, como así también se asume como propio el pensamiento de los pueblos indígenas, que poseen una visión integradora de la realidad con sus mitos, canciones, danzas y expresiones espirituales. Esta visión integradora, el tauhid indígena, contrasta con el fragmentado pensamiento occidental, el cual no logra articular los diversos campos de conocimiento: “En la selva no solo la vegetación está entrelazada sosteniendo una especie a la otra, también los pueblos se interrelacionan entre sí en una red de alianzas que a todos aporta ganancia. La selva vive de las interrelaciones e interdependencias y esto ocurre en todos los ámbitos de la vida.”
Encontramos varias veces en el documento del Sínodo la expresión «buen vivir», que desde los procesos políticos indígenas de Bolivia y Ecuador hoy es analizado y tenido en cuenta por diversos actores políticos, sociales e intelectuales. Citamos la definición del concepto que aparece en el documento:
“Se trata de vivir en armonía consigo mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser supremo, ya que hay una intercomunicación entre todo el cosmos, donde no hay excluyentes ni excluidos, y donde podamos forjar un proyecto de vida plena para todos. Tal comprensión de la vida se caracteriza por la conectividad y armonía de las relaciones entre el agua, el territorio y la naturaleza, la vida comunitaria y la cultura, Dios y las diversas fuerzas espirituales. Para ellos, ‘buen vivir’ es comprender la centralidad del carácter relacional trascendente de los seres humanos y de la creación, y supone un ‘buen hacer’. Este modo integral se expresa en su propia manera de organizarse que parte de la familia y de la comunidad, y que abraza un uso responsable de todos los bienes de la creación. Los pueblos indígenas aspiran a lograr mejores condiciones de vida, sobre todo en salud y educación, a disfrutar del desarrollo sostenible protagonizado y discernido por ellos mismos y que mantenga la armonía con sus formas tradicionales de vida, dialogando entre la sabiduría y tecnología de sus antepasados y las nuevas adquiridas.”
La globalización de la indiferencia, ahogada en el desierto de lo igual, anestesiada en un confort material para pocos, necesita del encuentro con otro, para su necesaria conversión. Europa, el viejo continente, muere, y Francisco convierte al cristianismo en su encuentro con el indígena. En el encuentro con el otro está su salvación. Roma se convierte en el fin del mundo para el fin de un mundo.