Abu Hamid Gazali y la Alquimia de la felicidad

Nacido en Thus, en el Jorasán, en 1058; en una época en la que la región del Jorasán fue seguramente el mayor centro de saber en el mundo musulmán, pues  fue cuna de numerosos escritores y hombres de ciencia, así como de sabios de la religión

Gazali testimonia en sus escritos que la meta principal de su vida, que él mismo se impuso por necesidad, fue la de buscar la verdad subyacente  a la cual no se puede acceder por los sentidos, el pensamiento o el raciocinio, sino por otras facultades que era necesario desarrollar. Por un lado cada uno de nuestros sentidos, dice, nos han sido dados para que podamos comprender el mundo de la Creación. Dice que el primer sentido que Allah ha creado en nosotros es el tacto; pero este sentido por él mismo, no puede llevarnos muy lejos. Seguidamente nos fue dada la vista, que es, seguramente, de todos los sentidos el más trascendente; después nos fue dado el oído, luego el gusto y el olfato.

Continúa diciendo que a partir de la edad de 7 años comienza a manifestarse el raciocinio, que nos permite discernir entre lo bueno y lo malo, lo propio y lo impropio. Ahora bien, además de estos cinco sentidos y de la razón, hemos recibido un sentido interno el cual podrá hacernos comprender todo cuanto se encuentra más allá del ejercicio del raciocinio; el mundo de las realidades, al cual la razón nunca podrá alcanzar. Y aun así, ese sentido reside latente en cada uno de nosotros; es pues necesario atender a su desarrollo si pretendemos que de los frutos que es susceptible de dar, dada su naturaleza.

Dice Gazali que un buen creyente debe atender mejor a su padre espiritual (o maestro) que a su padre sanguíneo, pues el primero es el origen de su vida eterna, mientras que este último solamente lo es de su vida temporal.

Es así que el padre de Al Gazhali, sabiendo esto, en su lecho de muerte confió a su hijo a un maestro del conocimiento. Este tutor se ocupó de Ghazali y de su hermano, que eran niños en aquellos días, pero Allah le llamó. Es así que Abu Hamid debió entrar en una escuela religiosa. Allí pudo estudiar, no solamente el Corán y el hadiz sino todas las ciencias del saber musulmán (Fiqh) debido a su gran amor por los libros y el estudio. Todavía adolescente, habiendo ya estudiado formalmente todas estas ciencias, hubo de ir a Nishabur donde se puso bajo la tutela intelectual de un sabio llamado Yuwayni, de quien se decía era el más eminente jurista y teólogo de la época.

Gazhali dice que desde pequeño él siempre buscó la realidad completa de cada cosa; confiesa que era esta una disposición inherente a su propia naturaleza para llegar a lo cual nunca debió realizar esfuerzo alguno. Sobre la ciencia del Kalam (teología) confiesa no haber escrito nada sino es antes de haber leído 12.000 páginas de escritos de los más eminentes teólogos del Islam.

En efecto, Gazhali, debido a esa actitud de buscar la realidad última en todo, surca la letra de los libros remontando al origen que ellos describen o intentan describir; tanto, que de un libro de Teología, donde se expresan realidades de forma teórica e incompleta, él era capaz de trascender el escrito hasta el punto de transformar la limitación en realidad; el poco en lo inmenso. Contrasta este periplo espiritual con el vivido por el otro gran maestro murciano, Ibn Arabi, quien, percibiendo de joven y de manera precoz, las realidades eternas las vuelve libros tratando de que el lector intuya algo de lo que él mismo percibía sin dificultad alguna.

Uno de sus mejores maestros fue un asaltante de caravanas. Viajando de una ciudad a otra en busca de más estudios y de más hombres de saber el asaltante le pidió lo que llevaba en su saco de viaje. Gazhali le dijo que no había nada de valor, que eran solo libros donde él recogía todo su saber. Entonces el ladrón le dijo: “Entonces, si yo te los robo, te robaré con ellos tu saber”.

Esto le impactó de tal manera que comprendió que Allah había enviado al asaltante para decirle cuan parco era su saber que podía estar contenido en unos simple libros. Es así que durante tres años memorizó todo el saber que antes tenía acumulado en libros sin perder de vista el mensaje subliminal, la lección magistral, que el ladrón le había suministrado.

Ghazali llegó incluso a proponerse la cuestión de que si todo cuanto percibía por los sentidos y consideraba por la vía racional eran realidades o podían llegar a ser percepciones relativas que no tuvieran un valor intrínseco en ellas mismas. Pasó un tiempo en estas consideraciones hasta que Allah le iluminó y llegó a la conclusión de que tanto los sentidos como la razón eran totalmente fiables en sus conclusiones y percepciones, pero que sin embargo, había una realidad superior, de otro orden; una realidad no aprensible para los sentidos y la mente, sino por un sentido especial que Allah ha puesto en el corazón del Ser Humano.

Habiendo estudiado todas las ciencias del Fiqh, intentando explicar que ellas solamente tenían cuenta del exterior de las cosas, así como que los dogmas limitaban su alcance a la comprensión racional, fue rechazado en Bagdad por algunos grupos literalistas que campaban con la connivencia de los ulama corruptos que rodeaban al jalifa; por aquellos entonces intentaban limitar el alcance del saber a lo que ellos eran capaces de comprender para así tener acceso fácil al mundo de la política y del control de las gentes.

Viendo esto, y temiendo que el estado comenzara a disgregarse por estos grupúsculos de gentes con visión literalista del Din, el emir Nizam al Mulk le llamó a su lado para hacer de él, cara al pueblo,  aquello por lo que Gazhali es conocido a través de los siglos: “La prueba del Islam” (Huyyatu-l-‘Islam).

Este emir le puso en un lugar de honor como profesor eminente de una Universidad islámica de Bagdad que llevaba su nombre, al Nizamiyya, desde la cual, entre otras enseñanzas, criticaba dura e indirectamente a quienes, como el jalifa y su cohorte de falsos sabios a los gobernantes tiranizaban al pueblo falseando el mensaje del Profeta – sobre él la plegaria y la paz – tanto de palabra como de hecho. El llamaba a estos falsos sabios “corazones plenos de sombras”, argumentando que ellos serían los solos responsables de una futura caída del Islam si esta llegara a darse. Por eso, en sus clases, él reforzaba el estudio de la Ley Religiosa y a su vez la trascendencia a los postulados de la razón a fin de que el corazón se ilumine con las luces divinas; pues ambas cosas van juntas la una y la otra, no pudiendo persistir por separado.

Hay que saber que la visión literalista del Islam no procede de una cortedad de miras tal que se dé por negar de oficio cuanto no se conoce; sino a las ambiciones políticas de aquellos que, viendo en ellos mismos, la ignorancia que les habita, intentan por todo medio posible, que otros pudieran saber más, dejando en evidencia su baja condición. Y hoy ocurre exactamente lo mismo.

El emir Nizam, mentor de al Ghazali, fue asesinado quedando con ello más expuesto si cabe a las argucias de sus enemigos. Porque hay que saber hermanos, que todo sabio verdadero tiene sus enemigos, y esto forma parte de la Sunna de Allah a su respecto.

La alquimia de la felicidad

Quien más contribuyó a su despertar espiritual puede que fuera su hermano Ahmed, quien por otra parte había seguido el camino del Tasawwuf sin seguir el del Fiqh, habiendo alcanzado los más grandes estadios espirituales. Pero hay que decir, que, aunque más tarde, Abu Hamid le superó, dominando todas las ciencias. El Destino hizo que Abu Hamid debiera enseñar; Allah le utilizó para guiar a otros, retrasando con Su inmensa Sabiduría el despertar espiritual del maestro. Cuan Sabio es Aquel que todo lo ordena para dar los más exquisitos resultados y los más bellos desenlaces.

Era el tiempo de dejar la ciencia del exterior para dejar penetrar en su corazón el verdadero conocimiento, aquél cuya realidad se disipa en los velos de los sentidos y de la razón. Aquel que es el motor de la vida.

Como al profeta Zakariya, Allah le quitó la palabra; no fue capaz durante un tiempo de poder articular una sola palabra en sus clases de la Universidad.

Nadie comprendía de qué se trataba, de dónde procedía esa crisis; luego, más tarde, él lo explica acusándose a él mismo de haberse implicado más de lo necesario en su imagen externa de enseñante y sabio de cara a las gentes. Es aquí entonces que la cura de su alma comienza; es aquí que la Alquimia de la Felicidad comienza a obrar en su interior.

El comprendió entonces que, en lo que se refiere al Tasawwuf solamente había comprendido el aspecto intelectual y legal, necesarios, por otra parte, pero  insuficientes para poder llegar a convertir el alma que tiende al mal, en aquella pura aceptada y aceptable por Allah. ¿Qué faltaba entonces? El mismo concluyó que lo que necesitaba era impregnar todos sus instantes de la conciencia de la Presencia de Allah, evitando siempre los deseos estériles de su alma.

Dice: “Tuve éxito en mi curación allá donde médico alguno pudo llegar; y fue dejándolo todo: mi cátedra en la Universidad, mi fortuna, mi puesto de sabio de Estado, todo”. Y entonces partió de Bagdad con su montura y las pocas pertenencias que pudieron quedar con él. Dijo: “He dejado para los pobres todo cuanto poseía, guardando lo estricto necesario para mí y para el sustento de mi familia pensando no regresar nunca a Bagdad.”

Y así, se fue de viaje en soledad para comprender aquello que le faltaba sobre la Realidad soberana. Y pasó así 10 años durante los cuales pudo hacer el Peregrinaje a Meca.

“En ese tiempo – dice –  me consagré a la purificación de mi alma, a la mejora de mi carácter y a concentrar mi corazón en la invocación permanente de Allah”. No sabemos mucho sobre los maestros de Al Ghazali, pero él admite que les frecuentó y se hizo guiar por ellos. Durante estos 10 años dice que estuvo dos en Damasco practicando el ascetismo y la invocación. A veces hacía esto en la mezquita de los Omeya, subiendo al minarete y quedando solo allí durante horas.

Dice: “En este tiempo de soledad me fueron reveladas innumerables e insondables verdades; y digo esto a fin de que otros se aprovechen de ello. He tomado consciencia de que los sufís caminan por el camino de Allah, su vida es  la mejor, su método el más saludable, su carácter el más puro”.

Y Ghazali volvió a la sociedad, pero transformado, con otra visión de sus conocimientos religiosos debido a las nuevas y enormes realidades que le fueron mostradas; realidades que él mismo explicó, así como el método para llegar a ellas, en su “Ilhiyya ‘ulumu-d-Din” (Revivificación de las ciencias de la religión). Vuelve a la sociedad, vuelve a su familia, y todo sabio y estudiante llama a su puerta.

En diciembre de 1111 Ghazali se levantó temprano, sabiendo que iba a morir se presentó ante  su hermano con su sudario encargándole que se ocupara de lo necesario. Y es así que su alma dejó su cuerpo para fundirse eternamente en el mundo de la Realidad.

Abu Hamid Gazali – Huyya-l-‘Islam (La prueba del Islam)